En el Eixample barcelonés, donde las calles ordenadas esconden interiores cargados de historia, nace una nueva propuesta residencial que pone en valor el pasado y abrazar su impronta arquitectónica. La dirección creativa del estudio Torndelacreu, junto con la diseñadora de interiores Olga Pajares, firma la rehabilitación integral de una vivienda tradicional que, sin renunciar a su esencia, se transforma para acoger las necesidades contemporáneas de una familia de cinco miembros.
Lejos de modas efímeras o tendencias ruidosas, este proyecto habla de una nueva forma de entender el diseño: sensible, funcional y profundamente humano. Con una mirada atenta a los detalles, el equipo creativo ha articulado una propuesta donde los materiales nobles, las soluciones a medida y la distribución inteligente confluyen para dar vida a un hogar cálido, versátil y con alma.
Arquitectura emocional y espacios que se viven

Foto: Foto: Meritxell Arjalaguer
La clave del proyecto ha sido reordenar sin imponer; permitir que la casa hable su propio idioma, ahora actualizado. Se han eliminado tabiques superfluos y reorganizado los espacios para crear una circulación más fluida y una mayor conexión visual entre estancias. Las zonas comunes, amplias y abiertas, invitan a compartir tiempo juntos sin renunciar a la intimidad que necesita cada miembro de la familia.

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Lo preexistente se ha preservado con sensibilidad. El mosaico hidráulico original de Noia, las carpinterías de madera con vitrales y los techos de bovedilla catalana se integran con naturalidad en una nueva estética contemporánea que apuesta por lo artesanal, lo auténtico y lo funcional.
Convivencia, flexibilidad y diseño a medida

Foto: Foto: Meritxell Arjalaguer
La vivienda ha sido pensada como un sistema vivo y adaptable. Y su distribución así lo refleja. El recibidor, la cocina y la sala de estar se conectan sin fricciones, conformando un núcleo de encuentro. Por su parte, los espacios privados se articulan en torno a esta zona central, con soluciones versátiles como puertas correderas o paneles pivotantes que permiten reconfigurar los ambientes según el momento: de sala de juegos a dormitorio, de estudio a refugio personal.

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Cada rincón responde a una necesidad real, sin ornamentos innecesarios. Además, el mobiliario, en su mayoría hecho a medida, optimiza el almacenamiento y el confort sin restar ligereza visual. En esta vivienda, todo está al servicio de una vida en familia práctica, acogedora y siempre en evolución.
Materiales honestos y una iluminación bien pensada

Foto: Foto: Meritxell Arjalaguer

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La materialidad del proyecto acompaña la narrativa con coherencia y calidez. Los muros blancos y los acabados en madera clara se combinan con revestimientos de mortex aplicados a mano y encimeras de mármol a medida en los baños. La cerámica artesanal de Auténtica Cerámica y la grifería de Sanycess refuerzan esa sensación de cuidado en cada detalle.

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Por otra parte, la iluminación, con piezas de marcas tan icónicas como Marset, Hay o Santa&Cole, resuelve las necesidades funcionales de cada espacio y les aporta carácter y matices. Modelos como la lámpara Ambrosia o la Matin Wall Lamp añaden una dimensión escénica al día a día, creando ambientes suaves, íntimos y llenos de intención.

Foto: Foto: Meritxell Arjalaguer
Así pues, esta casa no se limita a ser un lugar para vivir. Torndelacreu y Olga Pajares han firmado un espacio que acompaña, acoge y crece con quienes lo habitan. Un proyecto que demuestra que el verdadero lujo está en la autenticidad, en los materiales nobles y en un diseño que piensa en las personas por encima de las tendencias. Una lección de cómo la arquitectura interior puede ser, también, una forma de cuidar.

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