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Foto: Foto: Arturo + Lauren

En interiorismo, no hay decisiones inocentes. Y pintar las paredes de blanco por miedo es, según Raquel Chamorro, una oportunidad perdida. Con más de 25 años de trayectoria y una sensibilidad profundamente estética, la interiorista madrileña defiende el color como un vehículo emocional, no como un adorno. “Las paredes no son meros elementos físicos: son superficies que sostienen la atmósfera y el carácter de una vivienda”, nos cuenta con convicción.

Frente al estigma que arrastran los tonos neutros o empolvados, Chamorro propone una nueva forma de mirarlos: como silencios cargados de intención, capaces de envolver sin saturar y de emocionar sin gritar. En esta entrevista, la interiorista nos desvela las claves para perderle el miedo al color, dejar atrás lo predecible y entender que, a veces, un blanco roto puede decir más que un rojo vibrante.

Cómo elegir el color de las paredes sin miedo, según Raquel Chamorro

raquel chamorro con lámpara escultural y aparador
Foto: Raquel Chamorro

¿Es un error pintar todas las paredes de blanco por miedo? ¿Qué les dirías para convencerles de añadir otros colores?

Yo no lo llamaría error, pero sí una oportunidad perdida. El blanco es un punto de partida válido, pero usado por temor y no por convicción, puede empobrecer la narrativa de un espacio. Las paredes no son meros elementos físicos; son planos emocionales, superficies que sostienen la atmósfera y el carácter de una vivienda. Y, además, el blanco sin matices a veces actúa como un silencio forzado. Animo a quienes temen el color a comenzar con tonos suaves, con blancos matizados, rotos cálidos y mineralizados, o bien con colores empolvados que no saturen, pero sí hablen. El color no tiene que ser estridente para tener presencia: el verdadero lujo está en los matices.

raquel chamorro salón con ventanales
Foto: Raquel Chamorro

¿Cuál es vuestra alternativa favorita al color blanco para las paredes?

Yo trabajo mucho con neutros complejos: grises cálidos, tonos piedra, cremas, mineralizados o, incluso, rosados polvorientos, dependiendo del proyecto y de su luz. En espacios con arquitectura rica o molduras trabajadas, un tono neutro empolvado realza los volúmenes con una elegancia sutil. El gris con una base beige, por ejemplo, puede ser cálido o frío, según cómo se ilumine y cómo se transforme en relación con los materiales que lo rodean. Es un fondo sobrio, pero con profundidad, que no interfiere, pero sí envuelve.

raquel chamorro comedor
Foto: Raquel Chamorro

¿Y el tono mantequilla? ¿Lo incorporarías a tus proyectos?

El tono mantequilla o la vainilla están viviendo una evolución muy interesante, lejos de su pasado anodino. Hoy se entienden como colores con intención, que aportan calidez, ligereza y cierta nostalgia sin perder sofisticación. Personalmente, no es mi color favorito; prefiero otros. Los colores suaves como el blanco roto y los empolvados los utilizamos especialmente en dormitorios, zonas de descanso y cocinas, donde buscamos una sensación envolvente, amable y atemporal. Estos tonos se llevan muy bien con materiales nobles, como la madera, el mármol veteado en tonos cálidos y los tejidos naturales sin ningún artificio.

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Foto: Foto: Arturo + Lauren

¿Crees que estos tonos neutros tienen mala fama por ser aburridos? ¿Cómo los haces vibrar?

Sí, han arrastrado el estigma de lo anodino, probablemente por su uso sin criterio en ciertas décadas pasadas. Pero los neutros bien trabajados son silencios con textura. El secreto está en tratarlos como algo vivo. Nunca usamos un color neutro como un simple fondo: siempre dialoga con lo que lo rodea.

Los activo con contrastes sutiles: una moldura blanco tiza, un mobiliario de diseño orgánico, una obra de arte contemporánea, tejidos con cuerpo, papeles pintados texturizados… También recurrimos a la iluminación como un elemento arquitectónico más: la luz cálida convierte esos tonos en un baño dorado y lleno de matices.

Cuando se combinan la escala cromática, los materiales y la luz con sensibilidad, incluso el tono más neutro puede contar una historia llena de belleza. Como resumen, el tono vainilla no siempre es refugio: el color como emoción silenciosa lo asocio más con blancos rotos empolvados y visones.

El verdadero lujo está en los matices. Un blanco con intención puede ser más poderoso que un color vibrante. No hay que temer al color; lo verdaderamente arriesgado es quedarse en lo predecible. Lo importante es utilizar el color para crear espacios que se vivan con los ojos y se sientan con el alma. La gama cromática junto con la iluminación son claves a la hora de envolver la “caja”, es decir, paredes y techos. Es el punto de partida para luego incluir texturas de todo tipo, bien empastadas o con contrastes.