Tiempo después de adquirir esta casa unifamiliar vacacional de 285 m2 en la costa andaluza, distribuida en dos plantas, sus propietarios decidieron actualizarla y acondicionarla con un claro objetivo: disfrutar de ella no solo durante los meses de verano. Tras haber colaborado previamente en otro proyecto, volvieron a confiar en la interiorista María Acha, quien, junto al arquitecto Alexander Olasagasti y el ingeniero Diego Rey, se encargó de reconfigurar la vivienda, creando transiciones intuitivas que incrementaron la sensación de paz y conexión con la naturaleza.
Un buen ejemplo de ello se aprecia en la zona de día, compuesta por un salón y un comedor que dan acceso a un jardín con piscina. Aunque ambas estancias ya estaban conectadas, Acha decidió desplazar la línea del cerramiento que separaba el comedor del jardín, previamente más retrasada, con el fin de ganar metros útiles en el primero, potenciar la entrada de luz natural y fomentar una mayor continuidad con el entorno. La sustitución de las antiguas correderas por un discreto sistema de puertas plegables permitió, asimismo, una transición más abierta y favoreció la integración completa del interior con el exterior.
En términos estéticos, la interiorista ha logrado armonizar los distintos componentes mediante una paleta austera de tonos neutros y cálidos, inspirada en materiales naturales. Así se refleja en el
gres porcelánico con apariencia cemento del pavimento, la madera de roble del mobiliario y las superficies texturizadas con murales de lino orgánico y arcilla natural. También en la hornacina, que no solo enmarca la zona de estar con sinuosas líneas curvas, sino que crea un juego de perspectivas que realza la profundidad y su relación con el entorno.
Abrazando la simplicidad sin estridencias ni elementos superfluos, propio del estilo wabi-sabi, indudablemente esta casa ha sido pensada para ser disfrutada al máximo los 365 días del año.
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ANTES: sin aprovechar la luz natural y con poca personalidad

Foto: Amador Toril
Las paredes verdes y el suelo porcelánico, excesivamente oscuro, hacían que el salón pareciera más pequeño de lo que realmente era, generando una atmósfera de escasa luminosidad. El mobiliario, desactualizado, opacaba su verdadero potencial.
A pesar de contar con un amplio jardín adyacente, no existía conexión visual alguna entre este y la zona de día, lo que limitaba la interacción entre el interior y el exterior, reduciendo la percepción de un entorno fluido y armonioso.
DESPUÉS: detalles de estilo bold y tonos neutros

Foto: Amador Toril
Tras nivelar la pendiente del techo y corregir su inclinación, se optó por revestir las paredes con arcilla natural, aplicar lino en una de ellas y diseñar una hornacina. El pilar, originalmente de hierro, se recubrió con un mosaico de piedra natural.

Foto: Amador Toril
El pavimento porcelánico de gran formato se extiende hasta el porche, unificando los espacios. Un nuevo cerramiento con puertas plegables ha posibilitado optimizar los metros útiles del comedor, facilitando la apertura de una pequeña abertura lateral.