Talentoso y curioso, Gianluca Lattuada podría ser uno de esos artistas ‘totales’ del Renacimiento. Poeta –ha participado, y con éxito, en diferentes concursos literarios–, director de cine o guionista, sus pinturas se han expuesto en galerías y museos de Europa, Estados Unidos y México. Milanés de nacimiento, actualmente lleva tres años afincado en Madrid.
Charlamos con él sobre arte y decoración, la relación entre ambos, sus casas de Milán y Madrid, la diferencia entre ambas ciudades y, por supuesto, dos de sus últimos proyectos: una residencia artística en Marbella, ciudad que ha descubierto desde otra perspectiva, y otra en la Real Fábrica de Tapices, en Madrid.
En primer lugar, ¿cómo definirías tu estilo?
“Con mi pintura intento crear espacios donde la mirada pueda detenerse, respirar y entrar en una relación más lenta y profunda con la imagen. Trabajo con el color y la luz como si fueran estados del alma, buscando atmósferas que no se expliquen, sino que se sientan”.

Marbella al atardecer fotografiada por el artista
Foto: cortesía Gianluca Lattuada
Has pasado recientemente dos semanas en Marbella; en una residencia artística: ¿qué es lo que más te ha gustado de la ciudad y cómo lo has reflejado en tus cuadros?
“Me invitaron a participar en la residencia artística Anfitrión y llegué justo al final del invierno, cuando la ciudad aún no había recuperado su máscara veraniega. Lo que encontré no fue la postal conocida, sino un lugar con una belleza distinta. Los cielos cambiaban con rapidez, el mar era denso, y las calles medio vacías parecían respirar a otro ritmo. Era como si la ciudad se estuviera despojando de algo, preparándose en silencio para renacer. Ese estado de transición —esa mezcla de melancolía, renovación y espera— fue lo que me interesó. Pinté el ritmo del viento, la luz que luchaba por abrirse entre las nubes, los tonos apagados y terrosos que anunciaban algo que estaba por venir”.

Estudio de Gianluca Lattuada en Madrid
Foto: cortesía Gianluca Lattuada
Dices que en Marbella encontraste “un lugar en estado de transición”. Lo mismo pasa con una casa, que va cambiando y transformándose. ¿Cómo es la tuya de Madrid?
“Cuando llegué a Madrid (a principios de 2022) busqué casa en Malasaña. Me atraía su mezcla de energía, cultura, arte y esa vitalidad constante. Quería encontrar un lugar que no fuera solo un espacio para vivir, sino también un lugar donde crear, donde la vida cotidiana y la práctica artística pudieran convivir sin fricciones. Como ocurre con cualquier casa, la mía también ha atravesado su proceso de transformación. Al principio, era casi exclusivamente un estudio de arte: no había muebles, ni sofá, ni siquiera una mesa para compartir una comida con amigos. Pintaba durante horas y dormía en una cama colocada junto al espacio de trabajo. Con el paso del tiempo, ese espacio ha ido tomando forma y hoy es un lugar que siento verdaderamente mío. La pintura sigue siendo una presencia constante: lienzos enrollados, pinceles, pigmentos y telas forman parte de mi día a día, pero, ahora, también hay espacios y muebles pensados para la convivencia y momentos de pausa”.

Gianluca Lattuada está haciendo una residencia artística en la Real Fábrica de Tapices, Madrid
Foto: cortesía Gianluca Lattuada
¿Y tu casa va cambiando en función del proyecto en el que estás trabajando?
“Sí. Ahora estoy realizando una residencia artística en la Real Fábrica de Tapices: un referente indiscutible dentro de la tradición textil española y europea. Estoy desarrollando una serie de obras textiles a partir de materiales residuales —fragmentos de tapices y alfombras, algunos con un notable valor histórico— recolectados directamente en los talleres de la Real Fábrica. Mi estudio se ha llenado de hilos de lana, restos de tejidos y retales, que, lejos de ser desechos, están cargados de energía y aportan al espacio una dimensión casi ritual. Siento que me rodean silenciosamente, como si también ellos formasen parte de esa idea de hogar que va construyéndose con el tiempo”.

El artista define la casa familiar de Milán como "amplia y silenciosa"
Foto: cortesía Gianluca Lattuada
En todo caso, vives a caballo entre Milán, donde naciste y creciste, y Madrid: ¿qué diferencias destacas entre ambas casas?
“Milán y Madrid son dos ciudades muy distintas, pero sorprendentemente afines: ambas respiran arte, diseño, belleza. Son diferentes, pero en diálogo constante con el presente. En Milán, mi casa familiar es amplia, silenciosa, rodeada de libros y fotografías que han acompañado el paso del tiempo. Es un lugar estable, pensado para el recogimiento y la memoria. En Madrid, todo es más compacto, más dinámico. La casa está en pleno centro: sales a la calle y estás rodeado de gente, idiomas, estímulos. Una me ofrece estabilidad; la otra, impulso”.

Siroco (izq.) y Ripple, dos de las pinturas de Gianluca Lattuada
Foto: Anfitrión Marbella
El arte en general, y la pintura en particular, pueden transformar por completo un interior. Sobre tu pintura dices que “atrae suavemente al espectador hacia el interior”. ¿Qué aporta un cuadro en un salón?
“Un cuadro no llena un hueco, lo activa. Inserta presencia, ritmo y resonancia, haciendo del espacio algo vivo. En un salón, puede convertirse en punto focal: no impone, pero invita a detenerse, a iniciar una conversación silente con el color y la forma. Su sola presencia puede cambiar la atmósfera, aportando calidez, sofisticación o tensión, según el gesto pictórico”.

Para Lattuada, "en el dormitorio el arte actúa como un catalizador emocional"
Foto: Foto: Eugeni Pons | Arquitectura: Pasqual Giner | Interiorismo: María José Auñón Cabrera
¿Y en un dormitorio?
“En el dormitorio, el arte actúa como un catalizador emocional. Un cuadro puede ser como un susurro visual a primera y última hora del día: acompaña el descanso, crea intimidad, recuerda que la belleza es parte de lo cotidiano. No compite con los muebles ni con los objetos; dialoga con ellos”.
También dices que tu pintura "no busca ofrecer respuestas, sino crear espacios de resonancia". ¿Vale cualquier pintura para decorar un interior?
“Cuando hablamos de arte es importante hacer una distinción. Incorporar arte contemporáneo en un interior no es solo una elección estética, sino una toma de posición intelectual y emocional. Significa convivir con una mirada, con una sensibilidad, con una parte del pensamiento del artista. No es lo mismo colgar una imagen que combine con los cojines que elegir una pieza que contenga capas de sentido, memoria, riesgo o contemplación. Una buena obra de arte no se integra pasivamente: resuena. No busca encajar, sino dar presencia, activar el espacio, introducir una pausa o una tensión. Esa es la diferencia entre decoración y arte: la primera acompaña; el segundo revela. Cuando alguien decide vivir con una obra contemporánea, está aceptando dejar un lugar abierto al misterio. Y eso, para mí, es el gesto más poderoso que se puede hacer en un espacio íntimo”.

El artista Gianluca Lattuada durante su residencia artística en Marbella
Foto: Melitta photo
¿Qué aconsejarías a los lectores de Interiores al elegir un cuadro para su casa?
“Les aconsejaría visitar galerías —también las más pequeñas y emergentes—, conocer a los artistas que les interesan, seguir su trabajo en redes sociales y, siempre que sea posible, visitar sus estudios. Ver con los propios ojos cómo nace una obra transforma la percepción que se tiene de ella. Y que confíen en su intuición. Si una pieza, por alguna razón difícil de explicar, les atrae con fuerza, les inquieta o les emociona, probablemente están ante la obra adecuada”.

Salón amplio y con mucha luz natural. El artista reconoce que lo que más le atrae de un espacio es su luz
Foto: cortesía Estudio Crearte
¿Qué otros detalles son imprescindibles a la hora de decorar un hogar?
“La luz ante todo. Natural si es posible; cambiante a lo largo del día y capaz de transformar los espacios sin tocar un solo objeto. Me importan también los objetos con historia: piezas heredadas, encontradas, incluso imperfectas”.
Finalmente, ¿qué es lo primero en lo que te fijas al entrar en una casa?
“En los libros. Tienen una presencia estética, aportan calidez y textura, pero sobre todo dicen mucho sobre quién vive allí. Hablan de intereses, de pasiones, de mundos posibles. Una casa con libros es una casa que piensa”.