A menudo relegado a un segundo plano en las reformas, el cuarto de baño es, en realidad, un lugar esencial en la vida diaria. Exige practicidad, sí, pero también puede ser una extensión del estilo de quien lo habita. Cada vez más, el auténtico lujo no se mide por metros cuadrados ni por acabados ostentosos, sino por aquello que transmite identidad, calidad y calidez. Y ahí es donde entra la artesanía: lo hecho con tiempo, con manos expertas, con materiales que envejecen bien.
Así lo entiende Erico Navazo, interiorista consolidado en el panorama nacional, que firma la reforma de una vivienda del siglo XVIII en el centro de Madrid. Su intervención ha sido total, desde la búsqueda del inmueble junto al cliente hasta la restauración y decoración final. Un trabajo que habla de historia, estilo de vida y sensibilidad, y en el que los baños (a pesar de su reducido tamaño) se convierten en protagonistas.
Una reforma de raíces y contrastes

Foto: Foto: Fhe.es Interiorismo: Erico Navazo Realización: Paloma Pachecho Turnes
El apartamento, ubicado en un edificio blasonado, tenía una estructura singular: esquina, seis balcones, techos altos y un pasado como antigua academia. “Había sido una academia y durante muchos años estuvo en desuso, el estado de la estructura no era óptimo, pero estaba lleno de posibilidades”, recuerda Erico Navazo. El propietario, un hombre de origen norteamericano que buscaba un pied-à-terre en Madrid, confió plenamente en él. Juntos recorrieron varias opciones hasta dar con esta.
El resultado es un espacio fluido y equilibrado, donde la intervención ha sido integral, aunque con respeto por el pasado: se conservaron y restauraron algunas puertas, por ejemplo. El interiorista lo describe como “castizo sofisticado”, una definición que habla de la mezcla de texturas, maderas, azulejos tradicionales, piezas artesanales y mobiliario contemporáneo que recorre cada estancia. También en los baños, muy distintos entre sí, pero igualmente cuidados.
Estas son las ideas que