En busca del sofá ideal: cómodo, bonito y para toda la vida

Confortable, mullido, pero sin hundirte, con el respaldo alto, reclinable… Además de un diseño para enamorarte, el sofá ideal tiene que ser tan acogedor para que quieras (casi) quedarte a vivir en él

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El sofá, con permiso del resto del mobiliario principal, es el corazón del salón, alrededor del cual se establece la vida familiar y social. Dado las numerosas horas que pasamos en él y sus muchos usos (cama, asiento para cenas informales en la mesa de centro, sillón con reposapiés…) es imprescindible que sea cómodo, muy cómodo, se integre en el estilo decorativo del espacio y se adapte tanto a nuestras necesidades como hábitos y número de miembros. Sin olvidar que, al tratarse de una gran inversión, queremos que dure muchos años, sin perder facultades. 

¿Cómo saber si se trata de un sofá cómodo? Aunque no hay una fórmula mágica, lo ideal es que tu espalda se apoye en el respaldo, los pies lleguen al suelo, las caderas no queden más hundidas que las rodillas y, sobre todo, te acoja entre sus mullidos almohadones con una delicada firmeza. A la hora de elegirlo, es recomendable que el asiento sea un poco más duro que el respaldo, para que no se deforme y dure más tiempo en buen estado. Estos modelos cumplen todo para ser, sin duda, ‘el rey de la casa’. ¡Encuentra el tuyo!

Sobre el autor

Lola Marquez

Periodista

Llegué al mundo de la decoración y el diseño de casualidad y me quedé para siempre. Y, a pesar de que han transcurrido muchos, muchos años (como en los cuentos), sigo viendo, leyendo y, por supuesto, escribiendo con la misma ilusión y las mismas ganas. He tenido etapas, como todas, he cambiado de estilo y he sustituido en mi corazón ‘deco’ los suelos de madera por el papel pintado, aunque sigo guardando un lugar especial para un buen sofá: será cosa de la horizontalidad. También he comprobado que el amor verdadero por la decoración se pega y se transmite de generación en generación. Para comprobarlo, basta con ver las habitaciones de mis hijas y recordar el recibidor de mi infancia.