Cuando comenzamos este proyecto, sabíamos que no solo estábamos diseñando una casa; estábamos creando un hogar que conservaría la memoria de una familia y serviría como el escenario perfecto para una nueva etapa de ilusiones renovadas. Su propietaria, una joven médico, nos confió no solo la transformación de su espacio, sino también la historia del mismo: esta era la casa familiar en la que pasaba los veranos y, tras el fallecimiento de sus padres, decidió comprar la parte que en su momento habían heredado sus hermanos y, así, devolverle la vida al interior de esos muros, que guardaban como un tesoro bellas historias de ella y los suyos”, comenta Leticia Saá, autora del proyecto de arquitectura e interiorismo, en colaboración con la constructora Ekan.
Todo nacía con la idea de dejar atrás el bullicio de Madrid y, de allí, la propietaria pasó a soñar con instalarse en la calma de la Sierra, en esa casa familiar. Sin duda, un cambio radical que abrazaría con valentía y entusiasmo. Desde el principio, la arquitecta conectó con la visión, la sensibilidad y la claridad de ideas de la propietaria, también su pasión por el arte, algo que hizo que todo el proceso “fluyera de manera orgánica, permitiéndonos trabajar con libertad y confianza”, asegura Saá.

Sofá de Pepe Peñalver.
Foto: Foto: Amador Toril. Realización: Cristina Rodríguez Goitia. Estudio: Leticia Saá
Como en todo proyecto, se presentaron retos ligados a la propia construcción que hubo de atender como oportunidades. Uno de ellos fue la cubierta original de madera, cuya estructura ahora luce vista, invitando a alzar la mirada cada vez que se accede a la planta principal. Otro fue la actualización del viejo trastero en desuso que ocupaba la planta inferior para que acogiera la cocina, con acceso directo al jardín, “cumpliendo el sueño de la propietaria de disfrutar al máximo del verano en un espacio acogedor y práctico”, explica Saá.
La unión entre ambas plantas facilita que la esencia de este refugio familiar fluya de forma natural en
un ambiente sereno y tranquilo. Y se ha conseguido con una decoración en la que triunfan los materiales nobles que reflejan “un equilibrio entre simplicidad y autenticidad, con un claro enfoque en la sostenibilidad y la conexión con el entorno y su historia”, cuenta Leticia. Y añade: “En realidad, me siento agradecida de haber formado parte de esta transformación tan significativa y haber logrado convertir una vieja casa familiar en un cálido hogar lleno de vida, en el espacio que siempre estuvo destinado a ser”.
Elegir el estilo acorde al entorno

En el espacio de la entrada, planta y tiesto de Blaine Box.
Foto: Foto: Amador Toril. Realización: Cristina Rodríguez Goitia. Estudio: Leticia Saá
Teniendo en cuenta el medio natural de la casa, y la petición de la propietaria de tener un espacio que invitara al bienestar en el día a día, era evidente que el proyecto debía apostar por una decoración protagonizada por materiales nobles, como la madera de roble, el ratán, las baldosas reutilizadas y el microcemento. El estudio de Leticia Saá consiguió integrarlos con naturalidad en el diseño, aportando texturas cálidas y detalles llenos de carácter.
La autora del proyecto reconoce que esta visión encaja a la perfección con su filosofía de arquitectura e interiorismo, esto es, líneas puras, pero cálidas, ambientes que combinan funcionalidad con belleza, y un diseño que prioriza la creación de espacios acogedores y atemporales. Saá considera que “un hogar no solo debe ser estéticamente atractivo, sino también un refugio en el que vivir plenamente y esta casa en la Sierra es un ejemplo perfecto de ello”.
Una casa rústica en la Sierra de Madrid