Viejas ideas para afrontar nuevos problemas. Casi medio siglo de alienación y soledad en las grandes ciudades, junto con el envejecimiento progresivo de la población y el encarecimiento general de la vida, han llevado a muchos a replantearse nuevas formas de entender la vivienda, a todos los niveles.
La idea del cohousing es sencilla: una cooperativa de propietarios que gestiona y habita un conjunto de inmuebles independientes, articulados en torno a unos espacios y servicios comunes que, a su vez, son propiedad del colectivo. Las ventajas son muchas: la creación de una comunidad participativa que refuerza los vínculos afectivos y la calidad de vida de sus individuos; el ahorro derivado de la división de gastos en cuestiones colectivas; la posibilidad de crear un entorno a medida en función de las preferencias y necesidades de los usuarios; o el freno a la especulación que supone eliminar la presencia de intermediarios o grandes promotoras.
El cohousing típico se compone de un vecindario de entre 15 y 35 células, encaradas las unas a las otras formando un claustro alrededor de un patio o zona peatonal, con el tráfico rodado restringido al exterior. En el espacio común se encuentran los servicios principales, como la cocina, el comedor público, sala de reuniones, la guardería o la lavandería; y algunas comunidades disponen de piscina, talleres, pistas de tenis, gimnasio, biblioteca, o cualquier otro servicio que decidan.
Un poco de historia sobre el cohousing
Tal y como lo conocemos ahora, el concepto moderno de covivienda tiene su origen en la Dinamarca de los años 60. Grupos de familias jóvenes, insatisfechas con las infraestructuras comunitarias del momento, se pusieron en contacto con arquitectos visionarios para desarrollar varios proyectos experimentales, orientados a la conciliación de la vida laboral y familiar. Una de sus principales motivaciones era poder criar a sus hijos en tribu, liberando tiempo al compartir así la carga. Cuando los padres de estas familias envejecieron y sus hijos se emanciparon, aquéllos descubrieron que el sistema también les ayudaba a sobrellevar los problemas de la madurez. El modelo tuvo éxito, expandiéndose a Holanda y Norteamérica en los años 80, y al Reino Unido a finales de los 90.
Aunque en nuestro país supone una absoluta novedad con apenas diez años de recorrido, aquí ya existía un formato muy similar con bastante más antigüedad: las colonias obreras catalanas de finales del siglo XIX. Aunque entonces el sistema de financiación era muy diferente, la utopía que se perseguía es la misma: un modelo harmónico de comunidad, que mejore la calidad de vida de sus habitantes a través del refuerzo de sus vínculos y de su participación en las actividades compartidas, a la vez que reduce el coste de los gastos colectivos. Y es que, en el fondo, el cohousing aspira a recrear la atmósfera perdida de los pequeños pueblos o de los barrios a la antigua usanza: un lugar íntimo donde todos los vecinos se conocen entre sí y cuidan unos de otros.
Senior cohousing
El nexo entre los habitantes de cada comunidad puede ser cualquiera; y por eso en la actualidad existen coviviendas de todo tipo: urbanas, rurales, ecológicas, intergeneracionales, de alto standing u orientadas al colectivo LGTB. No obstante, uno de los formatos más populares en España es el conocido como cohousing senior: comunidades formadas por pensionistas o personas al borde de la jubilación, que buscan alternativas a la soledad asociada a esta franja de edad o a las residencias tradicionales. Y no es de extrañar; las personas de más de 50 años en nuestro país suman ya más de 19 millones (más de un 40% del total), muchas de las cuales no quieren resignarse a una jubilación pasiva, o a una tercera edad marcada por la dependencia y la exclusión.
Es posible que el formato triunfe, además, porque este modelo de convivencia parece especialmente beneficioso para personas mayores. A diferencia de los asilos, donde los usuarios tienden a aumentar su dependencia y a reducir sus interacciones sociales, este entorno favorece el mantenimiento de la autonomía, la autodeterminación y la creación de nuevas amistades. Sumémosle además la posibilidad de un servicio de enfermería interno durante las veinticuatro horas, facilitado por la financiación colectiva. Algunos de los ejemplos pioneros de cohousing en nuestro país son, precisamente, senior; como el Centro Trabensol en Madrid, o el complejo Puerto de la Luz en Málaga.