Un vivienda inteligente es aquella que dispone de sistemas avanzados y automatizados para controlar y monitorizar cualquier función del hogar: iluminación, estanqueidad, control de la temperatura, seguridad, calidad del aire, entretenimiento, mantenimiento, etc. Cada día es más cotidiano relacionarse con persianas motorizadas, termostatos operados por control remoto o televisores que responden a nuestra voz, y la previsión es que este tipo de tecnologías, que empezaron a desarrollarse en los años 70, sean pronto tan habituales en nuestras casas como una instalación de fontanería.
Viviendas inteligentes: Cómo vemos ahora las casas del futuro
Hogares conscientes que velan por el confort y la seguridad de sus habitantes a medida que aprenden de ellos. El auge de la tecnología sin cables, los constantes avances en robótica y la creciente informatización de nuestro entorno están convirtiendo en realidad lo que era ciencia ficción.

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Texto: Edgar Merigó

Automatización de funciones
El apogeo de la industria tecnológica ha provocado que, a día de hoy, prácticamente cualquier actividad doméstica pueda ser fácilmente automatizada: interruptores activados con la voz; cerraduras que reconocen la proximidad de los residentes; sistemas de riego de plantas o dispensadores de comida de mascotas programables y automatizados; sensores de movimiento capaces de distinguir entre habitantes, visitantes e intrusos y de avisar a la policía en consecuencia; y un largo etcétera.
El modelo utópico de vivienda inteligente aspira a que todos los aspectos cotidianos del hogar sean cómodamente automáticos pero, por el momento y siendo realistas, vale la pena plantearse cuáles de las funciones domésticas resulta más interesante automatizar: seguramente temporizar el termostato o automatizar el apagado de luces resulte más rentable que programar la temperatura del agua en la ducha.

Integración de sistemas
Aunque hoy en día la mayoría disponemos ya en casa de electrodomésticos inteligentes (como televisores conectados a internet, asistentes virtuales o robots aspiradores), lo que verdaderamente caracteriza una vivienda inteligente es la posibilidad de interconectar la automatización de las diferentes funciones domésticas. Por ejemplo, una vivienda inteligente debería poder programarse para que cuando abrimos la puerta del garaje, se enciendan las luces de la casa, prenda el hogar y suene nuestra melodía favorita.
El problema es que, para que los sistemas de automatización domésticos sean verdaderamente efectivos, es preciso que sean interoperables independientemente de su fabricante, y que utilicen el mismo protocolo o uno compatible, para no tener que utilizar 15 mandos para 15 aparatos distintos. Aunque este escollo no se ha resuelto todavía a nivel de mercado (de forma que resulte asequible para el consumidor medio), cada día aparecen nuevas apps, hubs y servicios en la nube que ofrecen soluciones prácticas de cara a conectar distintas funciones y dispositivos.

Centralización y usabilidad
Queda claro entonces que una vivienda inteligente no es una colección dispar de artefactos tecnológicos, sino un sistema coherente que pueda ser controlado de forma remota desde un dispositivo central, llamado hub. Estos aparatos deben ser capaces de percibir y procesar datos y de comunicarse online, y algunos de los ejemplos más comunes actualmente en el mercado son Amazon Echo, Google Home y Samsung SmartThings, aunque existen muchos más.
La clave para la proliferación de viviendas inteligentes en el futuro próximo radica en la capacidad de los fabricantes de producir interfaces para estos hubs que resulten fáciles de entender y de utilizar para el usuario medio, a propósito de que muchos son comprensiblemente reticentes a lidiar con tecnología compleja, o a cualquier cosa que tenga que ver con la informática.

Ahorro y control del consumo
Uno de los grandes atractivos de la automatización doméstica es su gran impacto potencial sobre la eficiencia energética. El control automático del consumo permite la optimización de cualquier recurso como el agua, el gas, la electricidad e incluso la alimentación, lo cual repercute en beneficio tanto de la ecología como de la economía del usuario.
Un sistema de climatización inteligente puede activar el aire acondicionado con la mínima antelación suficiente como para que encontremos la casa refrigerada al llegar, o reducir la calefacción cuando ya nos hayamos dormido; y un sistema automático de riego puede calcular la cantidad exacta de agua y frecuencia de uso para mantener un césped cuidado sin desperdiciar ni una sola gota.

Recogida de datos y ciber-seguridad
El campo de desarrollo más puntero en el ámbito de las viviendas inteligentes tiene que ver con la tecnología de la supervisión: la recogida y procesamiento de datos. Ya existen neveras con cámaras y pantallas integradas que nos permiten monitorizar nuestras reservas y comprar online cualquier alimento que veamos que se está agotando, o retretes capaces de analizar la composición de nuestras deposiciones para prevenir cualquier posible enfermedad. Aunque todas estas tecnologías están todavía en fase embrionaria, los expertos predicen que la capacidad de los hogares de aprender de sus habitantes crecerá exponencialmente en los próximos años.
Evidentemente, para que los usuarios podamos depositar nuestra confianza en estos nuevos sistemas, capaces de obtener imágenes íntimas de nuestros dormitorios y baños, o de abrir nuestras cerraduras desde un teléfono móvil, es de capital importancia que su implementación venga acompañada de una garantía inquebrantable de seguridad y confidencialidad, lo que implicará el compromiso de fabricantes y gobiernos.

Diseño y rehabilitaciones
La infraestructura física necesaria para producir una vivienda inteligente, a nivel de conductos, circuitos y apliques, no es mucho más compleja, voluminosa o costosa que una instalación eléctrica tradicional. A pesar de ello, es evidente que resulta óptimo incorporar la tecnología al diseño de la arquitectura desde el principio. A día de hoy, los proyectos de obra nueva a partir de un cierto estándar de calidad ya incorporan tecnologías inteligentes, por lo menos en lo que respecta al control de las funciones de climatización, comunicación y multimedia.
No obstante, gracias a las ubicuas tecnologías sin cable como Bluetooth o Wi-Fi, es perfectamente posible convertir una construcción antigua en una vivienda inteligente, incluso con una reforma que implique una intervención mínima.

Edificios inteligentes
Los beneficios de la tecnología inteligente se multiplican cuando pasamos de la escala privada y doméstica a la comunitaria y pública. Por ejemplo, las habitaciones de hotel y los edificios de oficinas pueden programarse para un apagado completo cuando nadie los esté usando; las salas de reuniones pueden ajustar su climatización en base a su densidad de ocupantes; o los stocks de los almacenes pueden monitorizarse digitalmente, automatizando su reposición.
Las tecnologías inteligentes pueden incluso implementarse a nivel urbano: un conjunto de edificios inteligentes puede conectarse en una red común y comunicarse entre sí, permitiendo un manejo más eficiente de la distribución energética, una gestión proactiva de su mantenimiento y una mayor velocidad de respuesta en caso de averías o apagones.