La interiorista rusa Daria Cenotto recibió el encargo de crear una segunda vivienda relajada y acogedora en la costa tarraconense, cuya alma pronto se adueñaría de la vida de sus propietarios. “Los dueños querían una casa muy moderna y cómoda, pero también sofisticada inundada de luz y aire. Y ya que el salón y las habitaciones daban al mar, debía concebirse en relación con la naturaleza que la rodea”
Lev Tolstói nos advirtió de que no se vive con el cuerpo sino con el alma “si recuerdas que tienes algo más fuerte que cualquier otra cosa en el mundo”. A esa misma conclusión llegarían los dueños de esta gran vivienda unifamiliar rodeada de naturaleza y junto al mar, asistidos por su compatriota, la interiorista rusa Daria Cenotto, tras los casi dos años que les costó dar forma a ese algo más fuerte que todo lo demás. Y si en un principio compraron la casa para disfrutar de sus vacaciones en una zona del litoral mediterráneo que ya conocían muy bien –tanto como Daria, que ha firmado varios trabajos en Cambrils, donde vive una destacada población rusa– y adoraban, esta no es de ningún modo una segunda residencia al uso. Poco a poco, la casa ha ido ganándoles días, y hoy pasan todo el tiempo posible en ella. Allá por 2014, en una de sus estancias veraniegas, descubrieron una promoción inmobiliaria que reunía todas las características deseadas: amplitud, naturaleza, control sobre el proyecto… y se decidieron de inmediato. “Se trata de una casa de nueva construcción; una amplia vivienda en tres plantas proyectada para una gran familia. Ubicada en la costa de Tarragona y con unas maravillosas vistas sobre el Mediterráneo, desde un principio, la idea fue hacer dialogar interiores acogedores y elegantes con un medio ambiente espectacular. Los clientes me contrataron ya en la fase constructiva, y también me ocupé del interiorismo”, nos cuenta Daria, que añade: “Los dueños tenían clarísimo lo que querían: una casa muy moderna y cómoda, pero también sofisticada, inundada de luz y aire. Y ya que el salón y todas y cada una de las habitaciones daban al mar, tanto el proyecto arquitectónico como el decorativo debían concebirla en relación con la naturaleza que la rodea. Así pues, apostamos por muebles de líneas suaves, colores relajados, espacios abiertos y materiales 100% naturales”. Un trabajo en el que la única dificultad en el recuerdo es que “había algunos ángulos muy agudos en la construcción que tuve que esconder, que dulcificar, para que el espacio fuese amable y confortable. Todo lo demás fue sencillo. Como la propia casa”.
Refugio natural
No tiene por qué tratarse de una casa de campo tal y como solemos imaginarlas, sino, más bien, de segundas residencias concebidas en franca relación –quizá deberíamos decir diálogo– con el entorno natural en que se encuentran. Una de sus principales claves está en la integración de las mismas en el paisaje, que se convierte en la verdadera fuente de inspiración de dichos proyectos. Ya sea el mar, la montaña, un bosque o un lago. La naturaleza se adentra en estas viviendas gracias a grandes ventanales acristalados, que establecen una conexión visual intensa y fluida entre exterior e interior –reforzada, por ejemplo, con papeles de pared y textiles con motivos de flora y fauna, y la decoración, discreta y natural –amplificada mediante el uso de una paleta cromática sutil y neutra–, cede el foco a las verdaderas protagonistas: la luminosidad y las vistas. Sintonía, confort y relax, de eso se trata.