Los innumerables beneficios que el agua salada tiene para nuestra salud es algo de lo que ya se han percatado los propietarios (o potenciales compradores) de piscinas, que cada vez con más frecuencia deciden optar por el agua salada en lugar de las piscinas cloradas. Si a ti también se te ha pasado por la cabeza traer la esencia marina a tu casa y tienes la suerte de tener una piscina doméstica, hoy te damos un poco de información para que te animes a zambullirte en esta nueva tendencia.
¿Cómo funcionan las piscinas de agua salada?
Este tipo de piscina emplea cloradores salinos, un tipo de dispositivo que se integra en el sistema de filtrado. Estos aparatos son capaces de aprovechar el agua salada para generar cloro gaseoso mediante un proceso de electrólisis. Este cloro se disuelve automáticamente en el agua y la desinfecta. Cuando se instala el clorador salino en el sistema de depuración, se diluirán de 4 a 6 kilos de sal por m3. En el momento en el que el agua pasa por los electrodos, se convierte en hipoclorito sódico, eliminando así cualquier tipo de materia orgánica que contenga el agua. Una vez completado este proceso, el hipoclorito se vuelve a transformar en sal.
Las increíbles ventajas de las piscinas de agua salada
Como decíamos, tanto si estás valorando la opción de transformar tu piscina de siempre en una de agua salada, como si tienes en mente rediseñar una en tu jardín o terraza, quizás te interese saber todas las ventajas que ofrecen las piscinas de agua salada:
- Son mucho más ecológicas:
Antes de hablar de cualquier otra ventaja, conviene saber que las piscinas de agua salada son mucho más sostenibles que su equivalente clorado. El paso la sal a hipoclorito y a la inversa es completamente natural, ecológico y respetuoso con el medio ambiente.
- Ahorras en productos químicos de mantenimiento:
Las piscinas de agua salada tienen la peculiar característica de que pueden autogenerar sus propios niveles de cloro en agua. Del mismo modo, la utilización de cloruros salinos hace que se puedan aprovechar los procesos propios de la sal para reponer por sí mismas los niveles de sal.
Además, al automatizar el proceso se ahorran horas de trabajo, mientras que las pérdidas de sal son mínimas, ya que, si tenemos en cuenta que ésta no se evapora, sólo perderemos una cantidad mínima al entrar y salir de la piscina. Si utilizas agua sin demasiada cal y cuentas con un buen sistema de mantenimiento, la pérdida será casi nula.
- Óptimos niveles de salinidad:
Debemos tener en mente que las piscinas de agua salada contienen un porcentaje de sal mucho más inferior al del mar (hablamos de una proporción aproximada de 1/10 respecto a este último). Esto hace que el baño sea mucho más cómodo y que no se nos quede esa pegajosa sensación en la piel al secarnos.
- Menor riesgo químico:
Los productos químicos que se abocan a las piscinas de agua clorada no dejan de ser nocivos para nuestra salud y pueden llegar a suponer un verdadero peligro si no se combinan en las cantidades justas. Con las piscinas de agua salada cortamos el problema de raíz, además de evitarnos el típico picor en los ojos y otras posibles alergias que pueden surgir del contacto con el cloro y otros agentes químicos.
Los beneficios para tu salud
Pese a que contienen una cantidad de sal muy inferior a la del mar y, por ende, no aportan todos los beneficios de éste, el agua salada de las piscinas es mucho más suave y menos agresiva con la piel que el agua de las piscinas cloradas. Además de no producir el típico enrojecimiento en los ojos, evita que el pelo se dañe tan fácilmente, e incluso contribuye a un bronceado más natural.
Es recomendable, sin embargo, instalar un sistema de regulación automática del PH. De lo contrario, habrá que medir el agua diariamente y es posible que sea necesario añadir productos extras para su regulación que, además de llevar más horas, te resultan más caros.
¿Cuánto puede costar su instalación?
El mayor gasto a la hora de instalar una piscina de agua salada es el sistema de cloración salina y la regulación de PH, que suele rondar entre los 1.000 y los 3.000 euros. No obstante, pese a que se trata de un desembolso importante, se debe considerar más bien como una inversión, ya que conseguiremos un agua de mejor calidad y, a largo plazo, reduciremos considerablemente el gasto en productos químicos.
En cualquier caso, si nos hemos decidido a instalar uno de estos dispositivos en nuestra piscina, nunca está de más consultar las diferentes opciones con un profesional que nos indique cuáles son las dimensiones adecuadas para evitar problemas futuros y gastos innecesarios.
Si aún no estás convencida del todo, aquí tienes algunas de las piscinas de agua salada de lo más sugerentes: