1. Placer atemporal. El objetivo final del interiorismo, para mí, no es otro que crear espacios que provoquen sensaciones agradables, placenteras, escrutando las necesidades de los que serán sus usuarios. Hay muchos estilos y tendencias, y cada uno despierta una sensibilidad concreta y singular, pero mi brújula no me dirige tanto por ese camino como por el de la atemporalidad, la elegancia, el confort, etc. Valores que no caducan. No sigo las modas, pero sí estoy atento, y a veces utilizo detalles en una pincelada.
2. In/out. Si tuviera que elegir una regla de oro irrompible y algo que no soporto en decoración diría que una buena iluminación –indirecta, que crea distintos ambientes– es siempre fundamental, y que no puedo con los espacios recargados, sobredecorados; soy un firme defensor del “menos es más”.
3. Mi propio catálogo. Entre los muebles que tengo ahora mismo en la cabeza están la butaca Throne de Autoban y la Scoop Chair de Tom Dixon; la mesa de centro Lapiaz, editada por Boca do Lobo; los apliques de pared, como los Brubeck o Coltrane, de DelightFull; la consola Cliff de Ginger&Jagger... y, si pasamos a profesionales, yo apuesto por la decoración en español, en la que más me fijo: siento gran admiración por el trabajo de Luis Puerta y Alfons Tost.
4. Soñar despierto. Me encantaría decorar un hotel entero. Reúne todos los espacios posibles: salones y halls, pasillos, dormitorios, restaurante, bar y discoteca... un reto que me apetece muchísimo.
En equilibrio. Uno de sus interiores, elegantes, sofisticados y contenidos.
Elegancia natural. Como la de la butaca Throne, de Autoban.
Muy de detalles rompedores, como la mesa Lapiaz, de Boca do Lobo.