El joven talento español entra en el olimpo de arte internacional. Su obra está ya en importantes colecciones y se ha expuesto en Oporto, Nueva York, Miami, Hong Kong, Tokio, Toronto, Estambul o Bogotá. Su última exposición, de manera individual, ha sido en el museo CAC de Málaga y, durante este verano, ocupará la fundación La Nave Salina, en la isla pitiusa, con su exposición El bañista / The Bather.
Sus lienzos con sus característicos personajes de formas cambiantes muy originales e impregnados de humildad, se alejan de la soledad para crear legiones de seguidores fascinados por ellos. La muestra, que se podrá visitar hasta el próximo 31 de octubre reúne más de 15 pinturas de diversos formatos que han sido realizadas en el año 2021, diferentes mundos creados por Rafa Macarrón.
Pinturas con un estilo único como las de su imaginario negro con formatos verticales gigantes y los paisajes panorámicos. Es en estos formatos horizontales en los que se suceden miles de escenas simultáneas, desde playas superpobladas a figuras solitarias. Hay color, mucho, pero en tres trabajos el color predominante es el blanco y el negro acompañado de tonos grises. Un universo propio con un realismo mágico que el aficionado, el coleccionista o el crítico ya reconocen como el universo Macarrón.
“Para hacer esas figuras alargadas me ha ayudado mucho saber de anatomía. Conozco perfectamente la estructura del cuerpo. Empecé a probar con las deformaciones y vi que funcionaban muy bien. Es un poco como crear tus propios personajes, cada uno con su propia alma”.
Con el beneplácito de la crítica
Los críticos, siempre dispuestos a crear árboles genealógicos, encuentran en el trabajo de Macarrón retazos de Basquiat, Dubuffet o Picasso. Del maestro malagueño, encontramos una buena dosis de humor. Cuando las referencias van por el lado más local, hablamos también de Millares, Fraile, -y podríamos terminar en Goya y su Perro semihundido.
“No le falta tradición al tipo de tendencia que cultiva, esta figuración fantástica y ornamental con derivaciones de abstracción, surrealismo y expresionismo, que, sin remontarse mucho en la historia, y con los matices que se quiera, puede tener familiaridad con algunos de los grupos Cobra como Alechinsky, el primer Dubuffet o nuestros Bonifacio y Alfonso Fraile, pasando por Miró o Arshile Gorky, para quien André Breton inventó lo de personajes híbridos”, explica el crítico Rubén Suárez cuando se le pregunta por Macarrón.
Opinión que comparte el ex director del Museo Nacional Reina Sofía y del IVAM, Juan Manuel Bonet “Desde el principio, Rafa Macarrón tiene claro que quiere hablar, con humor más blanco que negro, más compasivo que cruel, de la calle, de la vida cotidiana, de su propia existencia, de su asombro ante el mundo. Elige una gama de colores en principio estridente -luego vendrían zonas más oscuras-, un estilo inspirado en pintores como los que hemos ido mencionando -Picasso, Picabia, Duchamp, Dubuffet… o Arroyo y Gordillo-, así como el idioma del cómic. Se suceden los interiores, los paisajes y las playas, los cuadros cósmicos, el bestiario, los rostros humanos…”.
El bañista, Fundación Nave La Salina
Paso a paso
Rafa Macarrón destaca, así como representante de la nueva generación de una saga importante en la historia del galerismo, del arte y de la arquitectura española. Empezó a pintar en 2006, a los 25 años de manera autodidacta, fue el pintor Juan Barjola el que le animó a entrar en la Academia de Bellas Artes. Pero siempre, desde pequeño, tuvo un lápiz entre las manos.
“Coincidiendo con la inauguración del Museo Picasso de París, al entrar a una de las salas pidió un cuaderno y lápices de clores, tirado en el suelo estuvo una mañana entera intentando entender lo que tenía delante de él. Evidentemente ese amor a Picasso fluye todavía por sus venas. Tenía cuatro años. A los siete, Rafa hacía unos dibujos llenos de color, de animales o personas nacidas en algún mundo desconocido, pero habitando en nuestra tierra o dando vueltas alrededor de ella y aún sigue metido en ese árido mundo suyo”, nos cuenta su padre el arquitecto Rafael Macarrón.
Tras dejar el instituto se inició como ciclista profesional. El mismo esfuerzo individual, solitario, con el que pedaleaba par a llegar a la meta del Tourmalet lo pone en sus pinturas. Sus lienzos, a la distancia pueden parecer puro expresionismo, pero, al acercarse, hay centenares de dibujos de sus personajes que plagan la escena como haría El Bosco o Brueghel. En 2010 ganó el prestigioso Premio BMW de pintura y en 2013 fue elegido como el artista más interesante de la feria de arte madrileña ARCO.
Su trabajo nace e folios A4 o cuartillas, de un garabato que se convierte en lienzo, pero nunca igual. Es rápido, no tarda más de una semana en terminar un cuadro. “El trabajo tiene que ser espontaneo, aunque esté trabajando”, confiesa. Para ello usa colores que no se complementan y una amplia gama de materiales. “Los ´lápices, los rotuladores y la mano del pintor dan la trama. Las ceras, al igual que los acrílicos y los guaches, aportan transparencias matizadas y el óleo es el más complejo, es el “señor” que sabe dar el peso del cuadro con pequeños puntos, pero su empaste y empaste le hacen ser el que manda, no existe la menor duda. El spray aporta modernidad, dinamismo, color”.
Y, por supuesto, están los libros. En la entrada de su estudio encontramos catálogos de Mark Rothko, Gorky, de Kooning, Oehlen, Dubuffet, Miró, Guerrero o Barjola. Son, casi, una declaración de sus intenciones. También encontramos obras o biografías de Le Corbusier. Sus lienzos se montan a partir del mítico sistema de medidas -Modulor- del arquitecto francés.
El Bañista. Rafa Macarrón, 2021