La calle de Jesús número 14 de Valencia acoge la que probablemente sea la cafetería más bonita y con mejor buen rollo de la ciudad. Casa Capicúa abrió sus puertas para ofrecer una comida casera, preparada con mucho mimo.Y todo, en un local que invita a entrar y disfrutar de tiempo de calidad. La historia de dos hermanas que estudiaron derecho, pero decidieron que el mundo de la hostelería era lo que realmente les gustaba. Así que cambiaron las leyes para hacer realidad su sueño: Casa Capicúa. Una realidad que va viento en popa y que todo apunta a que así seguirá siendo, situándose como la cafetería-restaurante referente de la ciudad.
“Ambas estudiamos derecho, nunca nos habíamos dedicado a la cocina profesional, pero siempre nos había gustado gracias a nuestro padre, gran amante de la los fogones y quien nos ha enseñado muchas de las recetas que hoy en día ofrecemos en Casa Capicúa”, nos cuenta Marta Benito, una de las hermanas fundadoras.
De derecho a las cocinas, y de catering a cafetería
“Todo empezó cuando una amiga nos propuso a mi hermana y a mi de hacer un cátering para un shooting que tenía ella entre manos. Sabía que nos gustaba la cocina y por ello se animó a hacernos la propuesta. Nosotras decidimos aceptarlo y aquí empezó todo”, recuerda Marta. Una propuesta que fue superada con mucho éxito, y que las animó a abrir su empresa de cátering. Un proyecto muy enriquecedor, pero al mismo tiempo inseguro, ya que el volumen de trabajo variaba continuamente dependiendo de la demanda. Una situación que animó a las hermanas a abrir una cafetería y ofrecer ambos servicios.
Casa Capicúa se encuentra en el corazón de la ciudad, y e ha convertido en el hogar de todo aquél que quiera ir a beber buen café de especialidad y disfrutar de una propuesta gastronómica formada por recetas tradicionales preparadas con mucho amor. “Decidimos llamarla Casa porque precisamente es nuestro punto de encuentro, el lugar en donde se prepara todo. En los cátering terminamos por trabajar en la calle”, explica Marta.
Sandwich de Casa Capicúa
Una cafetería de barrio en la que todo el mundo es bienvenido. “Se trata de un lugar que brinda la oportunidad de conocerse todos entre todos. A nosotras nos encanta saber un poco de la historia de cada cliente, descubrir de dónde viene y como ha terminado en nuestra casa. Al final, los clientes que tenemos a diario son gente del barrio que vienen a por un buen café, algo dulce y una buena charla”, sigue contando Marta. “Queremos que los vecinos bajen de sus casas, incluso con chándal, para buscar su café porque saben que tienen su hogar con nosotras. Y tanto es así que a veces se terminan juntado varios clientes en una misma mesa y empiezan a hablar sobre un sinfín de temas, es muy bonito”.
Una “casa” minimalista y mediterránea con mucho encanto
Casa Capicúa no solo gusta por su trato, si no también por el maravilloso diseño de su local. Cada rincón esconde una historia, unas manos que han diseñado y fabricado ese objeto concreto para hacer que la cafetería sea un lugar único en Valencia. ¿El estilo por excelencia? El mediterráneo. “Con el cátering ya teníamos las referencias mediterráneas muy marcadas, y por ello, decidimos continuarlo en la cafetería. El logo mismo era un pez partido con las tres letras iniciales CAP y las tres finales CUA. Y de esta base dimos forma al espacio apostando por el rojo y el azul como colores principales, que además de ser mediterráneos son también muy valencianos”, rebela Marta. Carmen Baselga, del estudio que lleva su mismo nombre, es quién se encargó del diseño de todo el local, y Paola Moreno se ocupó del diseño gráfico.
Cafetería Casa Capicúa | Foto: Mireia Noguer
Una vez diseñado todo el espacio tocaba decorarlo, y para ello decidieron apostar por las maravillas que sus amigos y conocidos de la ciudad hacían. El ladrillo es por excelencia el material de la cafetería, que da forma a la mayoría de las paredes. “Todo es producto valenciano, y concretamente, las celosías han sido fabricadas por la empresa Cerámica a Mano Alzada, una maravilla”, explica Marta. Las cortinas que separan el restaurante de la cocina también son un producto muy valioso y que poco se valora si no se conoce la historia. “Aunque pueda parecer todo lo contrario, es el producto más caro de todo el local y todo por la aparición del programa Sálvame. Sí, sí, así como lo oyes”, cuenta Marta entre risas. “Ese tipo de cortinas son la que las señoras hacían en sus casas para pasar el tiempo, pero ahora, con la aparición de un sinfín de distracciones ya no se aburren y han dejado de confeccionarlas de manera que ahora es muy difícil encontrarlas. Eran las típicas valencianas, las de toda la vida”.
Brunch de Casa Capicúa
Los pescados de madera que cuelgan del techo son también otro detalle muy valorado. Uno que te llama la atención nada más poner un pie dentro del restaurante.Obra de Lorna Benavides, fueron fabricados con mucho mimo para Casa Capicúa. Los dibujos de los baños son otro toque muy especial. Todos hechos por la pintora África Pitarch con la finalidad de hacer entender que los baños son híbridos, no hay uno para hombres y otro para mujeres si no que son mixtos. Y ya como punto estrella final, las maravillosas tazas en las que se sirve el café de especialidad: minimalistas y con ligeros toques de color, diseñadas especialmente para la cafetería.
Taza diseñada para la cafetería | Foto: Cortesía Casa Capicúa
Una propuesta gastronómica casera con un dulce estrella
“Cada mañana preparo Coca de Pisco: una para ofrecer en la cafetería y después tantas como encargos haya. Es una receta que ofrecemos en el local. Así, cada día me pongo a prepararla obligatoriamente. Por ello, si alguien quiere una entera para sí mismo no me cuesta nada hacer otra, un placer, yo encantada”, explica Marta muy entusiasmada. Una receta familiar, de la bisabuela de las hermanas, que después pasó a preparar su padre y que ahora ha pasado a mano de ellas. El dulce casero que no podía faltar en su cafetería. ¿Sus ingredientes? Una base de anís, pimentón, aceite de oliva virgen y mucho cariño.
Coca de Pisco | Foto: Mireia Noguer
Casa Capicúa ofrece desayuno, brunch, comida y merienda, ya que abre hasta las 17 horas todos los días. “Servimos desayunos que también pueden ser brunch, con café de especialidad, tostadas, sándwiches y dulces. Todos preparados por nosotras. Y después, durante el mediodía de lunes a viernes tenemos un menú”, cuenta Marta. Un primero, un segundo y un postre: únicamente una opción que se puede adaptar a todo tipo de dieta e intolerancia. “Cada domingo publicamos el menú de toda la semana, para que la gente se pueda organizar y decidir el día o días que más le guste lo que ofrecemos. Todo está pensado para consumir en el local, pero también se puede encargar y pasar a recoger, no estamos en ninguna plataforma de delivery y no es una cosa que queramos implementar”.
“Guisos tradicionales y cocina Ottolenghi, esta mezcla es la que mejor define lo que ofrecemos en Casa Capicúa. Nos encanta cocinar con especies y tanto es así que en cada uno de los platos usamos muchas que mezcladas entre sí combinan a la perfección”, explica Marta. Las lentejas son un básico en la mayoría de sus platos y cuando hay en el menú siempre se terminan.
El jueves de tacos, un éxito en toda regla
“Antes abríamos todas las tardes hasta por la noche y era realmente muy cansado. Piensa que solo somos tres en cada día y al final, terminábamos agotadas. Por esto inventamos el jueves de tacos: cada jueves puedes venir a cenar en nuestro local, con música en directo. Y la llamamos así porque la oferta son tacos que nosotras mismas creamos y preparamos. Hay tres tipos y guacamole casero, ideal para compartir”, explica Marta. Una oferta que empezó siendo una prueba y que ha tenido un éxito rotundo. Y tanto es así, que es necesario reservar para tener mesa.
Jueves de tacos | Foto: Núria Giner De Gracia
La historia de dos hermanas que han apostado por seguir su instinto y hacer aquello que les hace feliz. Una realidad que se palpa nada más poner un pie dentro de Casa Capicúa y que hace que uno se sienta literalmente en casa. Risas, risas y más risas sin parar. Y todo acompañado de comida casera y un café de especialidad. No se puede pedir nada más. La primera casa de muchas, pero siempre manteniendo lo que les hace únicas: su trato cercano y cariñoso.
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