Son muchas las teorías y los estudios que relacionan la distribución y el orden de los espacios en los que nos movemos y, especialmente, en los que vivimos, con el nivel de tranquilidad y de calma que existe en nuestra cabeza. ¿Quién no recuerda a su madre entrando a su habitación de adolescente y preguntando cómo se podía vivir en aquel cuarto más que desordenado?
Sin embargo, no hace falta tener quince años para que la dejadez se apodere de nosotros en el día a día. Y es que hay pequeños hábitos, gestos que no nos costaría nada modificar y que, sin embargo, pueden tener una gran repercusión en el aspecto de nuestro hogar y en cómo esa estética afecta a nuestro estado de ánimo. Automatizamos estos actos, entre las prisas del día a día, y no nos paramos a reflexionar que ese gesto perezoso, aparentemente insignificante, puede tener consecuencias durante las horas que pasamos en esa estancia. A continuación, enumeramos algunos de ellos que seguro que te resultan familiares y no te habías parado a pensar. ¿Estás dispuesto a modificarlos y a notar la diferencia? ¡Te escuchamos en nuestras redes sociales!