Existe un pensamiento de Chesterton, casi tan lúcido como afilado, que parece concebido para la historia que nos ocupa; afirma que “hay algo que da esplendor a cuanto existe, y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina”.
Por motivos prácticos la familia protagonista quería trasladarse de una preciosa vivienda unifamiliar al borde del mar en Gavà al mismísimo corazón de la ciudad. Y esperando encontrar la casa perfecta, exploró y rastreó sus calles, confiado en hallarla a la vuelta de la siguiente esquina. Lo estaba, en Gràcia, sólo que los años de ‘ocupación’ del edificio dificultaban reconocerla como tal. Un ojo clínico adquirido a lo largo de años de experiencia profesional le decidió a comprarla pese a lo ruinoso de su estado.
El arquitecto Xavier Vilalta se encargaría de hacerla renacer tras una reforma integral que ocupó casi un año. En ella se derribaron muros y redistribuyeron todos los espacios con la directriz de que “una gran sala donde hacer vida familiar fuese su centro” y la cortapisa de que, por ley, debían mantenerse los volúmenes edificados originalmente. Mención especial merece la nueva estructura de paneles contralaminados de abeto rojo (de la firma alemana KLH) en el piso inferior.
Para su decoración los dueños confiaron en Íñigo Correa, que armonizó diseño contemporáneo, piezas vintage , otras hechas a medida, arte contemporáneo y guiños a los propietarios en unos interiores –y exterior, pues la casa cuenta con una amplísima terraza con piscina– tan funcionales y acogedores como atractivos y personales. Incluso se indultó algún graffiti, que no sólo testimonia su ya lejano pasado ‘ocupa’ y reivindica el pujante arte callejero, sino, sobre todo, demuestra que, como bien saben Chesterton y Gálvez, la ilusión es siempre una excelente guía.
Estilismo: Patricia Ketelsen