Decir de Jean Porsche que es un hombre acostumbrado a la dualidad es, sin duda, quedarse corto, ya que, más que admitirla en su vida, la ha buscado: México y España, arquitecto e interiorista… incluso sus dos espacios en la última edición de Casa Decor, un hall de entrada sobrio y elegante y el brillante salón de un dandi, remitían a la escisión de Jeckyll y Hyde.
Quizá por ello no le sorprendiese la casualidad de que el hermano de un cliente le encomendase la reforma de su nueva vivienda mientras él proyectaba la de su pariente: «Y, así, durante unos ocho meses estuve haciendo al mismo tiempo las casas de los dos hermanos sobre planteamientos bien distintos –por sus diversas fórmulas familiares y también porque, dadas sus personalidades, cada casa tenía que tener un lenguaje diferente–. Así, lo que para uno era primordial para el otro no lo era tanto, y eso definió que los dos proyectos de distinguieran».
El que nos ocupa se trataba de la reforma integral de un gran piso –de alrededor de 350 m2– ubicado «en una urbanización de esas que son muy buenas obras arquitectónicas del Madrid de los años setenta». Los propietarios vivían encantados en otra planta del edificio, de alquiler, y cuando el que hoy ocupan se puso en venta, lo compraron inmediatamente.
Dos eran los principales inconvenientes a revertir: en primer lugar, el hecho de que los techos eran bajos, no superaban los 2,55 metros (lo que dificultaba las imprescindibles instalaciones nuevas, como, por ejemplo, el aire acondicionado), y, en segundo, su distribución, excesivamente compartimentada. «Un salón de paso –de 30 m2, pero de paso–, un despacho de buenas dimensiones, un comedor separado con ventana hacia la terraza acristalada, una cocina dividida en varios espacios, un estar y cuatro dormitorios con tres baños, más la zona de servicio».
Ambas adversidades se vencerían con una misma decisión, íntimamente ligada a las necesidades de la familia que debía habitar la casa: redistribuirla más razonablemente con un pasillo como eje central, que permitiera ubicar en él las mencionadas instalaciones, y se convirtiese en el no tan improvisado circuito para los triciclos de los niños.
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