Las antiguas fábricas y naves industriales del tradicional barrio de Poblenou vienen transformándose en edificios residenciales que conservan su diafanidad, luminosidad y generosa ventilación, rentabilizando al máximo los metros cuadrados y reservándolos al uso estrictamente necesario de la actividad doméstica.
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Es el caso de este apartamento proyectado por Egue y Seta. Sus apenas 46 metros cuadrados aprovechan al máximo cada rincón, con una distribución desarrollada a partir de acertadas soluciones divisorias que respetan la intimidad sin restar el más mínimo confort que exige el inquilino de este tipo de viviendas.
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La elección de los materiales del contenido del proyecto es clave para potenciar las sensaciones de continuidad visual. El microcemento de imitación hormigón cubre todo el suelo en un guiño al pasado industrial del barrio y se combina con el blanco de las baldosas que recorren una de las paredes, desde la entrada hasta el baño, a través de una, cuanto menos, indiscreta cristalera.
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Pero, sin duda, el protagonismo se lo lleva el cubo creado a partir de una celosía de pino que alberga el dormitorio y que deja entrever, desde dentro, el salón y la cocina, a la vez que permite filtrar la entrada de luz. Un estudiado jardín interno de helechos y bambú actúa de elemento decorativo separador.