La unión hace la fuerza, y Blanca Fabré y Alejandro Fauquié lo saben. Por eso aunaron criterios para convertir el antiguo ‘showroom’ madrileño de un ‘couturier’ en una casa que nos transporta al Hollywood más glamuroso. Los interioristas plantearon una reforma total guiada por la referencia de los años dorados del Hollywood Regency.
Lo que en su día fuese el showroom de un conocido diseñador de moda –muy compartimentado en distintos ambientes para diversos usos: zona de desfile, vestidores, taller, etc.–, en pleno centro de Madrid, debía convertirse en una vivienda tan espectacular como acogedora y funcional. Para ello, los interioristas Blanca Fabré y Alejandro Fauquié, amigos de los dueños, plantearon, aunando esfuerzos –y creando, de hecho, un estudio conjunto: Fabré Fauquié Studio–, una reforma total guiada por la referencia de los años dorados del Hollywood Regency. Su compartida concepción del lujo cristalizó en el concepto y la ejecución de cada detalle arquitectónico y decorativo de la misma: elegantes molduras en las paredes, grandes rodapiés, espectaculares puertas y cristaleras –alguna de ellas parece sacada de una película de los años cuarenta–, exquisita iluminación… Para terminar de conseguir el efecto de la riqueza barroca de la edad de oro de los Dorothy Draper o Billy Haines, pusieron en escena muebles de grandes nombres del midcentury norteamericano, como Milo Baughman o Tommi Parzinger, junto a diseños propios hechos a medida; opulentos tejidos naturales, como sedas, terciopelos y linos, presentados en sugerentes juegos visuales; elementos decorativos inteligentes (los espejos, por ejemplo, juegan un papel destacado); y la colección de arte de los propietarios, en una sabia combinación que ha hecho de este apartamento lo que bien podría confundirse con un plató cinematográfico del Hollywood clásico.
Volvemos al Hollywood de los años 30 y 40
Estilo, lujo o glamur son palabras que de inmediato asociamos con el Hollywood clásico, el de los Cary Grant, Bette Davis, Vincente Minnelli o Cedric Gibbons. Tal era la sofisticación de las películas de los años treinta y cuarenta, que daría lugar a un estilo decorativo propio, centrado en dotar a las grandes estrellas de escenarios –platós y estudios, pero también sus propias casas– dignos de los sueños que inspiraban. Su estética, de marcado efecto dramático, se construye sobre ricas texturas, muebles lacados, brillos metálicos, textiles riquísimos y barrocos, contrastes de colores, y, en líneas generales, un controlado exceso. Si eres un apasionado del séptimo arte y quieres apostar por el Hollywood Regency, debes poner en escena molduras, dorados, celosías, grandes espejos, toques de chinoiserie, lámparas de araña, juegos geométricos, telas con peso, capitonés y muchos otros elementos típicos de este estilo.