Poca gente puede presumir de vivir en una antigua fábrica del siglo XIX.
Ramón Enrich es el propietario de ésta, ya le había echado el ojo cuando era un niño y saltaba los tejados de los edificios colindantes para poder acceder y jugar en su interior: «Recuerdo quedar paralizado ante sus espacios enormes y sus ventanas gigantes.Era un inmenso palomar y sus paredes devolvían el eco. Una experiencia espacial que recuerdo muy viva».
Este artista catalán nació y creció en Igualada (Barcelona), donde vive actualmente con su mujer y sus tres hijos. Cuando decidieron cambiar de casa, buscaron un lugar tranquilo con un patio interior entre calles en una población mediana, «que si quieres es un pueblo o una gran ciudad», nos cuenta Ramón. Y la vida le dio la posibilidad de revivir y habitar este espacio bajo otras pautas y de una manera adulta.
La fábrica había sido restaurada y dividida en lofts, y Ramon compró la primera planta, un espacio muy luminoso, de estética simple y majestuosa, con una distribución interior sin especulaciones ni acrobacias que busca siempre el recorrido visual más amplio posible: «Pensar que vivimos aquí me produce el placer de haber recuperado un lugar de mi infancia. Existen muy pocos lugares en los que saber por qué te sientes a gusto. Hemos respetado sus ritmos y su historia y el edificio ha sido amable con nosotros», aclara el artista.
Ramón nos confiesa su aprecio por los interiores nómadas, como el de su casa, con variaciones y movimientos, densidades y texturas, amplias superficies y yuxtaposiciones… unas cualidades que dan ritmo y valor humano a los ambientes. En contraposición, le aterran las casas nuevas, las que no tienen experiencias, arrugas e historia.
En cuanto a la decoración, se decanta por la sencillez y la carencia de pretensiones. De ahí que en su vivienda predominen los materiales esenciales, los muebles vintage y los espacios permitan que la mirada circule libremente y sin encontrar un fin tangible. Aquí se disfruta en familia, se creay se vive al ritmo del devenir de las horas; éste es un espacio bañado por el sol, que invita a soñar y que está plagado de experiencias personales.