En uno de sus últimos ensayos, La llama doble, dedicado a desentrañar los nudos del amor la atracción, la pasión y el erotismo, Octavio Paz juzga que el amor no alberga otro deseo mayor que el de completud. La historia de David, Alberto y su casa ubicada en lo alto de un edificio del siglo xix –a cuatro pasos del Rastro madrileño– es una verdadera relación triangular que parece empeñada en demostrarlo.
«No me obsesiono con una época o un estilo determinado, son las piezas las que me atrapan»
«Alberto, que tiene muchísimo ojo, la compró hace trece años y la tiró abajo, con excepción de algunos elementos originales como las chimeneas. Unos años después, cuando vine a vivir con él, me ocupé de la decoración, que también fue borrón y cuenta nueva. Apenas salvé la mesa de comedor y alguna otra herencia familiar» –recuerda David, especialista en diseño de mobiliario e interiores en Batavia–. «En los proyectos pienso a la vez en el espacio-circulaciones y en el contenido, y quería, con la practicidad como prioridad, crear rincones que funcionasen dentro del conjunto, como pequeños escenarios para mis fetiches».
Y, cuando habla de ‘fetiches’, se refiere tanto a muebles, –unas bu-tacas diseñadas por Finn Juhl, una lámpara TMM de Miguel Milá, una cómoda Biedermeier o un taburete de cerámica con forma de piña comprado por tres euros en un mercadillo durante unas vacaciones en el Loira–, como a su pequeña pero exquisita colección de arte con obras de Amparo Garrido, Ángeles Agrela, Pipo Hernández, Luis Feo o Jordi Alcaraz.
Alberto, también devoto del culto al objeto (de diseño), contribuyó por su parte con un au- téntico alud decorativo: recuerdos de viajes, provocadoras escenogra- fías en miniatura, fotografías y tar- jetas de amigos... «No me obsesiono con una época o un estilo determi- nado, son las piezas las que me atrapan, no su catalogación. Las joyas se encuentran en cualquier parte, y el cariño hace imposible separarse de algunas cosas que, por muy malas que sean, le recuerdan vivencias, momentos y personas», dice David, que se confiesa rastreador compulsivo «de todo aquello que me enciende».
Nuevos comienzos
En este piso de un eclecticismo desatado han vivido felices, aunque estén a punto de mudarse a otro a la vuelta de la esquina. «El espíritu se-rá el mismo, pero es bastante más grande. Ya estoy encajando la arquitectura, grandes ventanales, suelos de pino melis típico de las tarimas sobre rastreles, y cerámica hidráulica en damero, con las piezas que nos han acompañado durante años y todas las nuevas que estamos comprando...», nos cuenta. Completud: dícese de la cualidad de lo completo; volvamos a empezar.
Realización: Pete Bermejo
Fotos: Belén Imaz