Al noroeste de la isla mayor –su nombre proviene del latín Maiorica– del archipiélago balear, entre colinas, naranjos y olivos, casas señoriales que han resistido ejemplarmente el sigiloso y demoledor asedio del tiempo y escarpados acantilados, se encuentra Sóller, uno de esos rincones de Mallorca que aún a día de hoy explican por qué antaño se la denominó “la isla de la calma”.
Tan envidiable es su naturaleza que los vestigios de sus más primitivos pobladores se remontan al siglo vi antes de Cristo. Ubicada en sus privilegiados alrededores está Son Colom, una finca rústica de casi dos hectáreas y media dedicada desde tiempo inmemorial al cultivo de secano (almendros, olivos y pinos fundamentalmente).
En 2003, sus dueños edificaron en ella una casa de inspiración tradicional mallorquina –a base de piedra y arcilla, con acabados de mortero de cal en las paredes, vigas de madera, cubierta de bovedilla de marés y teja árabe– de algo más de 500 m2 , y ahora querían «renovar su imagen sin cambios estructurales de importancia».
Sofás y butacas de mimbre tapizadas con tela para exterior de Sunbrella, cojines a medida en tela típica mallorquina, de Bujosa, y mesa baja de centro de teca envejecida. Fotografía: N. Manso.
«La reforma se concentró en pintura, mobiliario, iluminación y textiles, con la intención de subrayar el sencillo juego sol/sombra en un ambiente luminoso, ligero y fresco», como nos cuentan desde el estudio de arquitectura e interiorismo local Gabriel Santos, responsable del lavado de cara de la vivienda. Se trataba de, jugando con materiales naturales, como la piedra, maderas nobles (a menudo envejecidas), linos, yute, mimbre o esparto, y puntuales concesiones al color, conseguir los interiores confortables y relajados que asociamos con las viviendas de vacaciones.
Para ambueblar el refugio «se combinaron las antigüedades y el arte, propiedad de los dueños, con piezas y objetos decorativos de fabricación artesanal e industrial», armonizados por el mandato de menos es más . Y el resultado, salta a la vista, fue un éxito tan grato como callado.
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