Pequeño palacio

La prestigiosa artista floral australiana Donna Stain tiene en Barcelona, en el barrio de Poblenou, un pequeño gran hogar a su imagen y semejanza: alegre y dispar, multicultural y vistoso. La casa como refugio, pero también como autorretrato.

Casa Donna Stain
Casa Donna Stain

“Me enamoré de ella a primera vista: una casita de finales del siglo xix  con una fachada muy singular. Parece un pastel de boda”, recuerda con una sonrisa en la boca y algo de acento anglosajón la florista australiana Donna Stain. Llevaba ya algunos años en Barcelona, donde desde mediados de la década pasada es directora de diseño floral en el Hotel Arts. 

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El encuentro con este pequeño piso de apenas 50m2 fue un auténtico flechazo, a pesar de su estado muy descuidado. Le gustaron su independencia y su peculiaridad, su privilegiada terraza y su no menos privilegiada situación, en pleno Poblenou (Barcelona), a cuatro pasos del mar. Australia tiene más de veinticinco mil kilómetros de litoral y a Donna el barrio le recordaba a un pequeño pueblo costero de su país, así que no lo dudó y compró la casa. Pero no se decidió a reformarla y la tuvo cerrada casi tres años. Hasta que conoció el Federal Café del hipster Sant Antoni, otro expatriado de las Antípodas en la Ciudad Condal, y a la arquitecta responsable del mismo, la italiana Barbara Appolloni.

Había llegado la hora. El “parte médico” no mejoró en la primera visita con Appolloni, más bien todo lo contrario: era necesario tirar prácticamente todo su interior –mal distribuido y excesivamente compartimentado– para replantearla de cero poniendo al día rasgos, materiales, instalaciones, acabados y comodidades.

Incluso era inevitable cambiar el tejado. Inmediatamente se pusieron manos  a la obra, no sin alguna que otra agradable sorpresa. Como que al eliminar el falso techo interior quedaron a la vista los seis metros de altura original de la vivienda, “fue un bonus, ampliar aún más sus encantos”, apunta Donna. En la planta inferior se dispusieron de forma muy fluida todas las zonas comunes, reservando los dormitorios para el nuevo piso superior, más íntimo. La reforma duró meses, pero, como escribió el filósofo, “¿cómo se podría renacer sin antes haber quedado reducido a cenizas?”. Y eso fue exactamente lo que sucedió. Una vez ultimado el continente, evidente meollo del proyecto, sólo quedaba decorarlo jugando con los muebles, objetos y obras de arte de la propietaria (muchos de ellos compañeros de sus viajes a lo largo y ancho del globo; también adquiridos en mercadillos y subastas online ) y otros seleccionados ex profeso en tiendas de la ciudad, como BlankSlate, Alquián&Hóptimo, Oxmobiliari o Les Eines. Una mezcla tan afortunada, libre y romántica como los arreglos que salen de las manos de nuestra satisfecha protagonista.

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