Femenino y plural

Desde la atalaya privilegiada que es este ático en el centro de Barcelona, la artista danesa Annette Merrild observa el paso del tiempo, los cambios de luz, la actividad de la gente y reflexiona sobre su propia vida, siempre en transformación

CASA PERIS PORTADA
CASA PERIS PORTADA

Define su casa con una palabra: «luz», el primer referente de su vivienda barcelonesa: «Es muy importante para mí –afirma–, seguramente porque soy danesa y allí la luz es muy valiosa». Las amplias terrazas, a uno y otro lado del inmueble, favorecen la luminosidad que no se pierde en ningún punto de las estancias, distribuidores o baños: «Cuando vimos el piso por primera vez, estaba dividido en pequeñas habitaciones, algunas de ellas sin luz natural. Decidí trastocar el esquema clásico», recuerda. Annette vive con su marido y sus dos hijos pequeños y necesitaba espacio: «No concibo habitaciones pequeñas y en penumbra y eso no se consigue únicamente a base de muchos metros sino también mediante la reordenación del espacio», afirma. 

 

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La cocina se ha abierto al salón y al comedor, desde donde se accede directamente a una de las terrazas. En las noches de verano, el espacio exterior se incorpora al interior y se duplica la sensación de amplitud: «En el norte de Europa y en Alemania, donde he vivido mucho tiempo, el tener la cocina abierta al salón es habitual, algo que aquí llamaba mucho la atención cuando llegamos, hace ya once años. En cambio, ahora, también aquí la mayoría  de mis amistades comparten esta distribución».

A Annette le encanta cocinar y con frecuencia lo hace para sus amigos: «El acto social que conlleva todo lo relacionado con la cocina significa una parte importante de la vida –confiesa–. Abrir este espacio a la casa fomenta la relación familiar y hace más agradables los instantes en los que invitas a los amigos a comer o a cenar, porque los haces partícipes del ritual». La miscelánea de mobiliario contemporáneo, antigüedades, diseño nórdico de los años cincuenta, cristal y plata del siglo xix dan a la casa un sello personal: «Me encantan las casas llenas de cosas –afirma–, aunque procuro dejar vacías las esquinas porque la energía debe fluir».

Tampoco le gustan las cosas que no tienen una función; «Mi casa está llena de velas, porque cada noche las utilizo y las repongo con asiduidad». Sobre la mesa y en las vitrinas, piezas de cristalería antigua parecen rastros de la familia, pero no todas lo son: «A mi madre le agradan este tipo de objetos. Hemos vivido siempre en casas grandes que ella ha transformado, y muchas de esas cosas me las ha pasado a mí; otras las he comprado yo, porque me atraen ese tipo de objetos de mesa como las copas, las botellas, las bandejas de plata y el cristal en general».

Desde los dieciocho años escudriña por los mercadillos buscando piezas. «Parece la herencia de la familia, pero sólo lo es en parte», concluye.

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