Esta historia tiene mucho del Sur, aunque suceda en Madrid. Tiene algo de su duende y su misterio, también de su atracción, su luz y su alegría, y reúne –nominalmente– al Duque de Sevilla y la arquitecto jerezana Almudena Rebuelta Domecq en la capital. Casi ná. Cuando la pareja de recién casados dueños del piso que nos ocupa decidió reformarlo en profundidad en busca de la casa de sus sueños –al menos de los inmediatos–, tenían clarísimo que su amiga era la persona indicada para materializarlos. “Querían, ante todo, cambiar el espíritu de la casa, rejuvenecerla”, recuerda la también interiorista.
Ubicado en un pequeño bloque a cuatro pasos de la colonia El Viso, en la calle que lleva el nombre del nieto de Carlos IV, el apartamento no sólo estaba estropeado por el paso del tiempo y el uso de sus anteriores propietarios, sino que además, de acuerdo con las necesidades y costumbres de la época en la que fue construido –mediados del siglo xx–, excesivamente compartimentado. Así, “prácticamente se tiró abajo la distribución existente, con un largo corredor y cuartitos pequeños, para redistribuir la vivienda de acuerdo a un confort y funcionalidad más juveniles. Y de paso se pusieron al día todas las instalaciones y acabados”. Se trataba de crear una caja de vocación diáfana que, en sus 80 m2 , transmitiese una doble sensación de amplitud y luminosidad, y el principal escollo tenía forma de pasillo. “Para minimizar su impacto creamos una cristalera que lo une con la cocina. De hecho, en toda la vivienda jugamos con espejos y cristaleras buscando dichos efectos. Y unimos visualmente entrada, pasillo, cocina y comedor con el salón”.
Afortunadamente el amueblamiento fue mucho más sencillo: una vez colocados los muebles que la joven pareja ya tenía, Rebuelta Domecq diseñó a medida otros, como el módulo que integra el televisor y demás aparatos tecnológicos, el banco y la mesa de centro del salón, todos los armarios de la casa o la cocina; seleccionó el arte que cuelga en sus paredes y asesoró en la compra de los pocos objetos decorativos que lucen en el apartamento. Quino, el dibujante padre de Mafalda, escribió en una ocasión que “tal vez algún día dejen a los jóvenes inventar su propia juventud”. Almudena lo hizo para sus felices amigos.
Almudena Rebuelta Domecq, arquitecto e interiorista
Apenas hace un año desde que se independizara de su querida maestra (y prima), Belén Domecq, en cuyo estudio trabajó casi un lustro, y no ha parado ni en verano: restaurantes, viviendas y ahora ultima las oficinas de una gran compañía en Madrid. Nos alegramos muchísimo.
¿Cómo definirías tu estilo?
Aunque mis proyectos responden a las necesidades de cada cliente, y en ese sentido son muy diferentes entre sí, y teniendo en cuenta lo difícil que es para uno mismo juzgar su estilo, si tuviera que elegir cuatro adjetivos que definan el mío serían: elegante, equilibrado, contemporáneo y con un toque femenino. Creo que esas cuatro palabras capturan la esencia de los interiores que llevo a cabo.
¿Cuál es tu espacio preferido?
La cocina, limpísima pero nada fría. Es la joya de la casa, por su sofisticación: combina el blanco y el negro para darle amplitud y se abre al resto de la vivienda con sus cristaleras. Tiene casi el aspecto de un mueble-joya.
Otro de tus rasgos siempre reconocibles es que tienes muy presente el arte en tus proyectos…
Absolutamente. El arte forma, para mí, parte de la arquitectura, integrándose totalmente en todos y cada uno de mis espacios, aportándoles riqueza y belleza.