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Andrea Galvani, ganador del Audemars Piguet Prize

El italiano Andrea Galvani, uno de los artistas con mayor proyección internacional, triunfa con sus propuestas en Arco. Hablamos con él de su trabajo, su presencia en la feria y del Audemars Piguet Prize.

Andea Galvani, Instruments for Inquiring into the Wind and the Shaking Earth
Andea Galvani, Instruments for Inquiring into the Wind and the Shaking Earth

El artista italiano Andrea Galvani vive y trabaja entre Nueva York y México DF. Su trabajo, que ha sido expuesto en museos, instituciones y bienales de todo el mundo, forma parte de las más importantes colecciones internacionales públicas y privadas. En 2018, fue premiado con el prestigioso Audemars Piguet Prize para la producción de una obra en ARCOmadrid 2019.

¿Qué importancia tiene para usted la concesión del Premio Audemars Piguet y su presencia en la edición 2019 de Arco?

Estoy muy agradecido por haber sido escogido por este prestigioso premio con un proyecto monumental que he desarrollado específicamente para el espacio de Audemars Piguet en Arco. Ha sido un placer contar con el apoyo de todo el equipo de Audemars Piguet y Revolver, mi galería de Perú y Argentina. Esta pieza, junto con la arquitectura que la contiene, fue pensada para ofrecer al público un espacio muy distinto, un lugar de conexión conceptual y emocional. 

En esta edición de Arco cuenta también con un solo show con The Ryder, su galería en Londres, y presenta un libro monográfico con Mousse Publishing. ¿Nos podría hablar de estos proyectos? 

La exposición que presento es un proyecto comisariado por Tiago de Abreu Pinto e Ilaria Gianni para la sección Opening de la feria. Reúne una selección de obras que representan mis proyectos más ambiciosos de estos últimos años. Incluye fotografía, escultura, vídeo, dibujos y neón. Durante el transcurso de la feria, un grupo de físicos de la Universidad Complutense de Madrid están realizando cálculos en vivo, analizando complejos fenómenos astrofísicos y transformando progresivamente el espacio expositivo en un laboratorio abierto al público. Por otro lado, la monografía que presento con Mousse Publishing (publicada en septiembre de 2018) ofrece un retrato de más de una década de trabajo. Es una excavación visual en la investigación de estos años, con más de 400 páginas de imágenes en color, dibujos hechos a mano, materiales de archivo, ensayos y entrevistas de críticos y comisarios, esta publicación oscila entre libro de artista, revista científica y enciclopedia histórica, combinando sistemáticamente fragmentos recopilados y sintetizados a través de diferentes etapas de mi proceso creativo. 

¿Qué importancia concede al tiempo y al movimiento en su trabajo y, más específicamente, en la instalación que ha presentado con Audemars Piguet?

La instalación fue concebida como una experiencia, un espacio físico para ser recorrido y habitado, de modo que el tiempo es un aspecto tan esencial como los elementos básicos que constituyen la obra: vidrio, gas y estructuras de metal suspendidas sobre el público. En distintos momentos de la exposición, un grupo de performers activa la pieza transformando el entorno en un teatro cinético y añadiendo una nueva dimensión temporal a la obra. Como un reloj que mide el paso del tiempo, sus cuerpos y sus voces se mueven en una coreografía cíclica que avanza y retrocede. De este modo, la instalación se expande, convirtiéndose en un paisaje de sonidos, en una orquesta de estímulos audiovisuales. Los ritmos colectivos y las inflexiones individuales se mueven y vibran alrededor del espacio, interactuando con la arquitectura, la obra y el público.

¿Desde cuándo el tiempo es un tema recurrente en su obra?

El tiempo siempre ha sido un elemento importante en mi trabajo. Estoy interesado en el flujo del tiempo en su totalidad, intento considerar el tiempo como material maleable, escultórico. 

Me llama la atención el uso de las matemáticas en Instruments for Inquiring into the Wind and the Shaking Earth ¿Qué importancia tienen los números en su trabajo?

La Realidad es gobernada por una vasta e intrincada red de números. Estructuras invisibles y dinámicas mueven el mundo. Nos encontramos rodeados de números, valores que podemos identificar y definir para cuantificar. Usamos los números para describir cambios y para medir el paso del tiempo. El lenguaje de las matemáticas es más familiar e íntimo de lo que podría pensarse.

Usted vive entre Nueva York y Ciudad de México. ¿Qué le aportan ambas ciudades a su obra (y vida) para elegir esta condición nómada?

Siempre he viajado mucho, en diferentes formas y en diferentes momentos. Cuando estaba en la universidad, viajé con mi mochila a donde pude. He vivido en África y alrededor de Europa. Nunca he medido el mundo de acuerdo a fronteras geográficas o lingüísticas. Me mudé a Estados Unidos y abrí un estudio en Nueva York hace mas de diez años. Cuando comencé a colaborar con galerías en Latinoamérica, decidí expandir mi estudio a México. Lo cierto es que son dos realidades diferentes, dos polos que, si bien distintos, me resultan igual de poderosos y fértiles. Nueva York tiene una energía propulsora, se encuentra en perpetuo cambio. Es una ciudad que contiene un número incontable de ciudades en sí misma, como una muñeca rusa. Vivir ahí significa explorar el mundo en el espacio físico de un solo barrio, con idiomas y religiones que cambian de una calle a otra. Simplemente me fascina la rapidez y el compromiso que la ciudad requiere a diario. Por otro lado, y en palabras de André Bretón, la ciudad de México es la ciudad surrealista por excelencia. Es el lugar de las posibilidades, lleno de potencial, cultura y tradición, paisajes increíbles, colecciones extraordinarias y un tejido dinámico contemporáneo. En definitiva, constantemente me encuentro pensando y hablando en varios idiomas, colaborando con gente e instituciones alrededor del mundo y sintiéndome en casa en muchos lugares, de manera que esta vida internacional conduce mi práctica y es parte de mi persona.