Elena Rohner: “Para mi el diseño es proyectar aquello que no encuentras en el mundo que te rodea”

Dice odiar que la definan y encasillen, y defiende que cruzar fronteras es lo más natural del mundo

Por eso, Helena Rohner, nuestra último Premio Interiores a la diseñadora nacional del año, se empeña, incansable, en sorprendernos una y otra vez saltando de una disciplina a otra, de un proyecto al siguiente

Helena Rohner (Las palmas de Gran Canaria, 1968)
Helena Rohner (Las palmas de Gran Canaria, 1968)

Una de las coletillas más habituales en su conversación es “¡qué sé yo!”, y en cambio es difícil recordar una entrevistada –o entrevistado, no es cuestión de género– tan consciente y reflexiva, tan comprometida no sólo con la exactitud, también con la profundidad.

Charlar con Helena Rohner es siempre una tarea agradable y provechosa; y más aún cuando hace semanas –desde la pasada gala de los Premios Interiores– que uno no se cruza con su vecina. Nos encontramos en su taller madrileño justo antes del comienzo de un puente, y la entrevista fluye.

 

Gafas MAGNA para Nina Mür, mesa UDA, velas ANAGA para Cerabella
Gafas Magna, proyecto en conjunto con la firma de óptica Nina Mür; mesa de la colección Uda para Ondarreta; velas Anaga, diseñadas para Cerabella.

 

¿Cuándo fuiste consciente de que querías ser diseñadora? ¿Recuerdas un momento concreto o fue más bien un proceso?

No es cuestión de un momento concreto, pero sí que hubo un punto de inflexión que recuerdo muy bien: viviendo en Florencia, con 17 años; había terminado el colegio y, antes de empezar la universidad, pasé un año allí. Quise apuntarme a un curso de fotografía, pero no había hueco, e hice uno de joyería con un japonés muy, muy libre que nos animaba a crear pequeñas esculturas…

 

¿Había algún precedente familiar?

Mi madre es tejedora y tintorera; mi padre hacía marionetas los fines de semana y dibujaba muy bien… en casa la creatividad estaba en el aire, y el amor por los materiales y lo manual era palpable, aunque, no, no había precedentes. Además, por otra parte, al ser mi padre suizo y trasplantar su vida a España, en Canarias, tenía muy presente una idea de “constrúyete a ti mismo” que nos enseñó a sus hijos.

 

Naoko five G, Pumpkin. Collar de cuentas de porcelana con pincelada, perteneciente a su última colección.
Naoko five G, Pumpkin. Collar de cuentas de porcelana con pincelada, perteneciente a su última colección.

 

De Florencia fuiste a Londres, pero todavía no con la joyería en primer plano, ¿no?

Fui a estudiar Relaciones Internacionales, animada por mi padre, y estuve allí cuatro años. Por el día estudiaba la carrera y por la noche iba a hacer joyas. Trabajando de camarera conocí a Jacqueline Rabun, a la que admiraba muchísimo, que hacía joyería artística, piezas que ponían en valor el trabajo hecho a mano y demostraban que entre la alta joyería y la bisutería había un público. Me invitó a trabajar en su estudio, y con ella fui a la primera edición de la feria de París. Tom Dixon, que todavía no era muy conocido, diseñó los muebles del stand… Entonces me di cuenta de que se podía vivir de eso. Tenía 22 años, y a través de ella, comencé a vender a Barney’s New York. Cuando me quise dar cuenta, tenía pedidos de 500 piezas que debía producir yo sola; y Jacqueline me dijo: “A trabajar en lo tuyo. ¡Fuera de aquí!” (risas). Fue entonces cuando monté mi propia marca, hace ya casi 30 años.

 

Elena. Una butaca muy femenina vestida en algodón de Loro Piana, proyectada para Rabadán
Elena. Una butaca muy femenina vestida en algodón de Loro Piana, proyectada para Rabadán. El nombre homenajea a otra Elena – sin ‘h’-, la fundadora de la compañía textil madrileña.

 

Dices diseñar lo que anhelas, con una mirada diferente y siempre desde nuevas perspectivas. El diseño es para ti antes que nada búsqueda…

Sí, claro. Para mí el diseño consiste en proyectar aquello que no encuentras en el mundo que te rodea, lo que echas en falta. Cuando diseñé la lámpara Famara, por ejemplo, una de mis primeras piezas de casa, lo hice porque buscaba una luminaria de trabajo que no fuese demasiado masculina y técnica, y no la encontraba. O, siempre he pensado que es una lástima que la mayoría de las mesas desaprovechen la posible belleza del pie, y de ahí la colección Uda, que acabo de presentar con Ondarreta. Además, al tener el sobre claro –de PET 100% reciclado–, reflejan la luz en un ‘efecto piscina’ que ilumina el ambiente allí donde se integre, que puede ser tanto interior como exterior. Y lo mismo sucede con la butaca Elena, para Rabadán, femenina por sus formas y todos sus atributos, coqueta y alegre… Yo soy muy poco de aristas, también como persona; redondeo esquinas, suavizo formas y busco que la luz se mueva de forma líquida por las piezas para resaltar sus curvas y texturas, y espacios donde se ubican.

 

Con los años, y saltando de la joyería al mobiliario, o de los textiles a la óptica, nos has acostumbrado a tus ‘salidas del guión’ creativo.

Es que otro de los rasgos más pronunciados de mi carácter es la rebeldía. No me gusta nada que me definan ni encasillen. Tengo un lado que dice “voy a demostrar que puedo”, y se le junta esa pulsión de la que hablábamos que busca cuestionar las cosas y aprender. Ir siempre adelante. Es paradójico, mis diseños transmiten calma, pero yo siempre he sido muy inquieta… ¡Y cruzar fronteras es lo más natural del mundo!

 

Mesas Uda. La primera colección de Helena Rohner para Ondarreta
Uda. Su primera colección para la editora vasca Ondarreta presenta una serie de versátiles mesas bajas de líneas escoltóricas, con sinuosas y coloridas estructuras metálicas y encimeras fabricadas con PET 100% reciclado. 

 

¿Qué tiene en común diseñar un anillo con proyectar un asiento? ¿Y en qué se diferencia?

El proceso es muy parecido. Sólo que en joyería cada vez dibujo menos: me pongo directamente a tallar en cera lo que yo llamo ‘esculturitas tímidas’, y las formas que están en la cabeza salen a través de las manos. Con las piezas de casa, en cambio, dibujo mucho. Ése es siempre el comienzo. Y luego me pongo a investigar. En el caso de las alfombras, por ejemplo, valoro posibles materiales, estudio no sé cuántos tipos de nudos distintos, etc. Con el mobiliario y los objetos decorativos tardo más en madurar las ideas, e intento no forzarme. Y otra diferencia es que con las joyas, como las producimos nosotras en el taller, nunca dudas, mientras que con las piezas de casa siempre me pregunto si será posible producir lo que he proyectado. Acabo de diseñar un biombo para Trenat y me ha vuelto a pasar. Nunca había trabajado con el mimbre y, al ponernos con los prototipos, pensaba: “¿Se podrá hacer?”.

 

Y, por último, una pregunta obligada: fuiste nuestra Diseñadora Nacional del Año. ¿Cómo te llevas con los premios?

No cuento con ellos, ni siquiera los espero, pero sí les doy importancia: por un lado, son un reconocimiento a tu trabajo y, por otro, te permiten llegar a gente que normalmente no te ve.

 

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