El tupper llegó a España en los años sesenta, y desde entonces su uso no ha parado de crecer hasta volverse algo cotidiano tanto para transportar la comida al trabajo como para congelar las sobras. Aunque no es nada nuevo, ya que antes en España ya existían las tradicionales fiambreras de metal que llevan las familias cuando iban de excursión a la montaña o a pasar el día en la playa.
La novedad del tupper, un producto que venía de Estados Unidos, era un material hasta entonces prácticamente desconocido: el plástico, y las múltiples formas que adoptaba para guardar todo tipo de cosas. Por eso, durante muchos años, tupper ha sido sinónimo de “envase de plástico”, obviando que también los hay de vidrio. Estos son mucho más beneficiosos, no solamente para el medio ambiente y para dar un paso más hacia un modelo de residuo cero, sino también para nuestro propio organismo y la naturalidad de los productos que almacenamos en ellos. También tienen algunas pegas, como que son bastante más caros, aunque duran más, y que se pueden romper más fácilmente que los de plástico.