La nueva vida para esta antigua casa de pescadores

La optimización del espacio y la luz natural fueron los principios que guiaron la reforma de esta pequeña y abandonada vivienda de pescadores asturiana.

La nueva vida de esta antigua casa de pescadores
La nueva vida de esta antigua casa de pescadores

  • Texto: Lucía Díaz

Esta típica casa de pescadores de más de 100 años de antigüedad, situada en un pequeño pueblo de la costa asturiana, se encontraba en muy mal estado, llevaba varios años cerrada y las vigas estaban llenas de carcoma. La vivienda está distribuida en una planta baja, una primera planta con acceso a un patio interior, la segunda planta y una buhardilla.  La cocina, con más de 25 años, también necesitaba una gran reforma. En la casa había sólo un baño, mientras que el patio estaba cubierto de humedades (debido a la ubicación geográfica de la casa) y las paredes y suelos tenían todos tonos muy oscuros, que impedían la entrada de la luz.

Para María Díaz, la interiorista encargada de llevar a cabo la reforma, el reto no era fácil: se propusieron sacar de esa casa oscura, antigua y olvidada nada más y nada menos que 3 habitaciones, 2 baños completos, una cocina que fuera más amplia, donde poder reunirse con familiares y amigos, además de un salón que fuera más acogedor y también tuviera suficiente espacio. Y todo ello, dándole una perspectiva más funcional y aprovechando la gran luminosidad del patio. Pese al estado en el que se encontraba, la ubicación de la casa era ideal, ya que desde el patio entra la luz durante todas las horas del día.

Lo primero que se planteó fue un cambio en la distribución de toda la casa: la cocina, que originalmente se encontraba el la primera planta, se trasladó a la planta baja, mientras que en la primera planta (la que tiene acceso al patio) se ubicaron dos habitaciones y los dos baños y la segunda (más luminosa y caliente) se reservó para el salón. La buhardilla también se acondicionó para albergar una tercera habitación, y para el segundo baño se reformó un cerramiento de plástico y uralita, donde estaba la caldera.

Uno de los desafíos principales de la casa era la escasa altura de sus techos, especialmente en la planta baja (con tan sólo dos metros) donde había además una sola ventana y la puerta de entrada, lo que le daba un aspecto de sótano, con poca gracia. Para ganar altura en la cocina, se rebajó el suelo, se colocó un aislante contra la humedad y el frío, se tiraron los tabiques viejos y se dejó la piedra vista en una de las paredes, lo cual le otorgó a la estancia un toque de calidez muy acogedor.

Para el suelo se escogió un mosaico hidráulico de Mosaics Torra, en los colores damero azul azafata y blanco, lo cual ayudó a crear un espacio visualmente más amplio. Las paredes de toda la casa se pintaron en un blanco roto, mientras que el techo se dejó de color blanco para ganar amplitud y contraste.

Los muebles de la cocina fueron diseñados a medida por un carpintero de la zona, así como las puertas de celosía, utilizadas en las despensas. Para reconstruir la escalera se emplearon tonalidades en pino, que iban a juego con la encimera, mientras que la puerta de entrada se pintó de azul a juego con los tonos de la cocina y se cambiaron los cristales trasparentes para dar más luminosidad.

Segunda planta, el lugar más privado

El la segunda planta, donde se ubicaron dos de las habitaciones, se cambiaron las puertas por unas de madera maciza en color gris, y el dormitorio principal se empapeló con un diseño de rayas para darle un toque más acogedor y rústico al ambiente. En la habitación más pequeña, para optimizar el espacio, se creó un armario visto con dos tabiques de pladur y baldas de pino barnizadas.

En el baño, se cambió la distribución por completo y se rehízo el tabique del distribuidor para darle más amplitud, y se empapelaron las paredes con un dibujo con motivos geométricos florales en verde, con la intención de incorporar el baño al patio que se ve por la ventana. En el patio se eliminó el techo y se sustituyó por pizarra desigual, un material muy típico en la zona. En el segundo baño, al que se accede desde el patio, se dejaron las paredes de piedra y se añadió una encimera con tonos también de pino.

Un espacio para compartir

En la tercera planta se creó el salón de la casa, un espacio en una sola planta, muy luminoso, con vigas de madera de castaño. El sofá modular es de la firma Dareels, y el de terciopelo azul noche es de Maison du monde, la silla tipo Emanuelle es de Decoracción y los cojines de tela de Gancedo, mientras que la alfombra es de Marrakech, y los dibujos son del artista Felipe Talo

La buhardilla se hizo más pequeña dando así amplitud de altura al salón y dejando una sala muy amplia y confortable para disfrutar. Para cerrarla se colocó un tabique de pladur con una pequeña ventana, lo que dio profundidad al espacio. La escalera es hecha de encargo por un metalista de la zona y el diseño es de mano de la propia interiorista.
 

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Lucía Díaz

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