Como su nombre indica, cuando hablamos de la isla de una cocina, nos referimos a ese mueble exento, que se puede rodear en su totalidad, y que normalmente se ubica en el centro de la estancia como una zona de apoyo más para facilitar el trabajo diario y que tiene varias finalidades dependiendo del equipamiento.
Fotografía: Ikea
Debido a estas características, en cocinas de tamaño reducido no es viable este tipo de mobiliario, ya que en estos casos lo que se hace es dejar la parte central de la superficie lo más despejada posible, distribuyendo linealmente contra las paredes los respectivos muebles que se precisen.
Fotografía: Bulthaup
Sí que es cierto que actualmente, con la tendencia de las cocinas abiertas, se ha ganado mucho espacio al prescindir del tabique separador respecto al salón, lo que facilita en algunos casos la ubicación de una isla precisamente para marcar visualmente esa diferenciación de ambientes.
Fotografía: Leroy Merlin
La isla en estos casos actúa de punto de inflexión entre ambas estancias, ganando mucho peso como elemento más social, es decir, es donde se puede situar esa zona dedicada a desayunos, comidas informales o un tentempié y que permite interactuar con la persona que está en la cocina trabajando.
Fotografía: Leroy Merlin
Si el espacio disponible es muy grande, hay islas de las que surge otra pieza, con carácter auxiliar pero unida, como puede ser la mesa de comedor para acoger a varias personas. Ya no estaríamos hablando del ejemplo anterior de un office sencillo, que casi funcionaría como una barra, sino de un servicio convencional como comer y cenar cómodamente sentados, en familia o con los amigos.
Fotografía: Santos
Tipos de isla hay muchos, ya no solo si hablamos de tamaños o acabados, sino de equipamiento. Las hay que únicamente tienen un sobre para zona de trabajo, pero también puedes encontrar islas que incluyen la zona de lavar o la de cocción o ambas, en cuyos cayos hay que prever instalaciones de desagües, salidas de humo e incluso de iluminación directa.
Fotografía: ©Nicole Franzen para Studio Muir
Y esto es hablando de la parte superior, pero luego está todo lo que corresponde al ‘cuerpo’ en sí de la isla, es decir, el interior, algo con sus propias posibilidades. Habitualmente se destina a zona de almacenamiento –ya sabemos que mantener el orden en la cocina es todo un reto– con cajones y armarios, dejando una parte abierta con estantes para ciertos elementos de menaje que hay que tener más a mano o sencillamente como expositor para objetos decorativos.
Fotografía: ©Alyssa Rosenheck para Sean Anderson Design
Las islas se pueden elegir de forma que, aunque sea un mueble exento, se vea totalmente integrada en la cocina y esto se consigue si comparten los acabados, tanto en colores como en materiales.
Fotografía: Estudio Sirëe ©Yanina Mazzei
Otra opción que también se lleva mucho es darle a la isla su propio protagonismo como pieza independiente y, como tal, tiene su diseño, forma y acabados diferentes al resto de mobiliario de la cocina. En estos casos, opciones hay muchísimas, pero siempre hay que mirar que se vea un conjunto armonizado tomando como foco el estilo del espacio, los colores, los materiales, etc.
Fotografía: Ikea
En cualquiera de los casos, las islas de cocina pueden tener una apariencia de mueble robusto, de ciertas dimensiones y fijo, ya que además puede precisar de ciertas instalaciones de agua, gas o electricidad, con lo cual, no se puede mover. Pero también pueden ser islas más ligeras, con un mueble de diseño abierto.
¿O por qué no optar por uno con ruedas? Lo desplazas fácilmente y siempre resultará una isla diferente, pero con el mismo potencial práctico que cualquier otra.