La cama, ese lugar en el que tus hijos duermen plácidamente para reponer la energía necesaria para hacer frente a cada nuevo día, tiene mucha más influencia sobre ellos de la que imaginas. Pues en ella forjan sus sueños, no solo los propios del mundo onírico, sino también aquellos que suponen un avance en sus vidas, en su futuro.
Por eso, a la hora de decorar una habitación infantil y juvenil es recomendable tener en cuenta ciertos aspectos que van más allá de la estética. Porque, al final, se trata de crear un espacio bonito pero también funcional. Es decir, un espacio que cumpla su cometido y resulte agradable y cómodo para la persona (o personas) que hacen uso de él.
Pero ¿qué sucede? Que la mayoría de las habitaciones de los más jóvenes de la casa no están únicamente destinadas al descanso, ya que existe la necesidad de albergar en su interior un lugar para otro tipo de actividades de ocio y estudio.
Esto, junto con las dimensiones de la estancia y el número de personas que duermen o conviven en ella, hace que sea necesario buscar soluciones que permitan maximizar el espacio.
Así, lo más habitual es que, en el momento de pensar en el diseño y distribución de la habitación, te centres en eso para poder incluir la cama, el escritorio, el armario y otros elementos de almacenaje sin que el resultado sea demasiado recargado.
Sin embargo, seguro que nunca antes te has planteado que el tipo de cama tiene una connotación energética que influye en la forma de actuar y en las situaciones que viven tus hijos. Según el Feng Shui, cada una tiene un significado distinto y, por tanto, transmite unas emociones concretas.
Amparo Galán, interiorista emocional, analiza cada uno de los estilos de cama que se suelen encontrar en los dormitorios infantiles y juveniles, y nos da las claves para que, sea cual sea tu elección, puedas transformar lo negativo en positivo teniendo en cuenta algunos consejos.
Para entender esta reflexión, lo primero que recomienda la experta es “abstraerte” para contemplar la habitación desde fuera, como si fueras un invitado que visita tu propia casa y únicamente extrae conclusiones de lo que ve, de las sensaciones y emociones que transmite.