Los grandes ventanales y las magníficas vistas sobre el bosque conquistaron a su actual propietaria desde el primer momento. A ello hay que añadirle la gran altura de los techos (3,30 metros) –algo que la interiorista Valeriya Razumova, autora de este proyecto, intentó mantener en todo momento–. Todo ello hizo que sobrevolara sobre su pensamiento la idea de que ésta fuera, definitivamente, su casa, su hogar para siempre.
Inicialmente, su propietaria compró dos apartamentos de una sola habitación, pero poco tiempo después decidió unirlos para hacer de ellos una única vivienda. “Cuando se combinaron los dos pisos, se obtuvo una superficie total de 114 metros cuadrados – todos para una sola persona–; eso hizo que diseñara una atmósfera abierta e informal, con ciertas notas industriales en contraste con la naturaleza circundante”, asegura la interiorista.
El nuevo espacio dispone de dos amplias áreas: una de salón comedor y cocina, y otra con el dormitorio, el baño y el rincón de trabajo. De esta composición, destaca el baño del dormitorio, que dispone de paramentos verticales mínimos (al igual que el vestidor) para darle cierta privacidad; sin embargo, está abierto a la naturaleza gracias a un gran ventanal, de forma que se pueda contemplar mientras se toma una ducha. Sin duda, una distribución que te permite saborear el exterior desde el interior de la casa.
Lámpara y espejos, diseños de la interiorista. Foto: Mikhail Loskutov Estilismo: Julia Chebotar
Para su interiorismo, Valeriya ha buscado el contraste: hormigón en bruto y metal combinados con terciopelo y seda. En este proyecto, la interiorista ha diseñado las piezas más interesantes (la cama, la mesa del comedor –en latón y ónix–, la librería...) y ha buscado minuciosamente el resto de elementos, apostando fuerte por el diseño de los años 70, otras de estilo Louis XV... logrando una nota kitsch elegante y divertida a partes iguales.