Ubicado en el centro de Madrid, este piso de 128 m2 es el sueño de una familia que deseaba comprar una vivienda para su hija universitaria, pero en la que ellos pudieran instalarse cuando viajaran a la ciudad. A los nuevos propietarios les impresionaron las posibilidades de la vivienda: a pesar de no encontrarse en buen estado, les gustó la zona, la luz y la singularidad del inmueble. Tenían claro que habría que demolerla para levantarla de nuevo y hacer realidad sus sueños, y para ello se pusieron en manos de la arquitecta e interiorista Claudia Schultheis, quien dio forma a la preciosidad que es hoy en día.
“Los nuevos propietarios apostaron por una nueva distribución, una en la que se diera protagonismo a la zona de día, al menos en cuestión de superficie de uso”, asegura Schultheis, quien añade que “trabajamos estrechamente con los nuevos propietarios para llegar a crear un concepto original, que no fue otro que París Art Déco”.
Sin duda, buscaban un toque de estilo afrancesado, algo que los llevó a quedarse en las gamas de colores grises y azules, incorporando papeles pintados con vegetación, que les recordara su origen latinoamericano, y algunos detalles en rosa y azul, que aportan frescor y contemporaneidad.
El papel pintado, especialmente el de grandes motivos, necesita de espacios amplios para poder lucirse en condiciones. Aquí, además, la luz natural potencia su belleza. Foto: Fhe.es Realización: Paloma Pacheco Turnes
“El mayor reto fue conseguir todas las estancias deseadas: se trataba de un piso ubicado en una finca clásica del siglo XIX, con sólo un baño y dos habitaciones –una sin ventana–. Necesitaban el mismo número de dormitorios, pero querían tres baños, además del área social, que debía ser abierta y generosa para reunir a la familia cuando fuera necesario”, comenta Claudia. Esto hizo que la autora del proyecto organizara una distribución en busca de la luz y la optimización de la superficie útil. Así, optó por instalar la zona de noche –aquí consiguió integrar los dos dormitorios con sus correspondientes baños– junto al acceso de la vivienda; y el área de día, completamente diáfana (con cocina abierta al salón y comedor, y un baño de cortesía) se instalaron en el otro extremo, junto a los ventanales que dan al exterior.
Con ello, consiguieron una vivienda donde la luz tiene un recorrido natural desde el salón hasta el pasillo, que distribuye las habitaciones. Y para darle unidad estética, Claudia jugó con las texturas, el efecto selvático de los papeles pintados y los tonos neutros y suaves: un look sobrio y con encanto, ideal para la joven que habita el piso y para su familia cuando la visita.