Crear un apartamento cómodo y espacioso para una gran familia fue el objetivo principal de la reforma llevada a cabo por los interioristas Anton y Marina Fruktov. El propietario es un enamorado de Nueva York, y por ende siempre había soñado con vivir en un loft industrial. Así pues, tal como el hada madrina de Cenicienta convirtió una calabaza en una carroza, los interioristas convirtieron un ático desangelado, en un espacio diáfano, vibrante y acogedor.
La vivienda de 204 metros cuadrados ocupa la planta superior de un edificio residencial, con techos de 4 metros de altura y numerosas ventanas a tres vientos. ¡El perfecto lienzo en blanco!
En el centro del apartamento, presidido por columnas de carga, se ubicaron las zonas comunes: el comedor, la cocina y el salón. Una solución que permitió mantener las impresionantes vistas panorámicas a la ciudad de Moscú. A lo largo de la cocina – que se diseñó como un volumen insular semi abierto entre el comedor y la sala de estar –, se mantiene un pasillo con ventanas para que los niños puedan correr libremente.
A la izquierda, vista desde el pasillo de la cocina con el comedor al fondo. A la derecha, vista del salón. La pared de madera separa la cocina. Foto: Mikhail Loskutov Estilismo: Natasha Onufreichuk
En el otro lado de la casa, en el lado derecho, se han ubicado las habitaciones infantiles, el baño infantil, la sala de invitados y el lavadero con vestidor, que están unidos por un pasillo amarillo brillante. En el lado izquierdo, se ha diseñado un espacio privado con el dormitorio principal con baño, despacho y vestidor.
El pasillo que conecta la zona de dormitorios infantiles y de invitados está pintado de un color amarillo brillante. Foto: Mikhail Loskutov Estilismo: Natasha Onufreichuk
“En cuanto a la decoración de los espacios, buscamos un equilibrio entre el uso de colores brillantes, la inspiración loft y la estética contemporánea”, explican los interioristas. Y siguen, “generalmente, en nuestros proyectos, usamos un mínimo de colores y evitamos tonos llamativos, prefiriendo una paleta de colores natural en tonos gris-blanco-beige. Pero, después de conocer a la familia, entendimos que en este caso era necesario. El color agregó vitalidad y alegría”. Esta decisión no pudo ser más acertada, y es que los colores han servido para dar identidad a las zonas comunes, separar visualmente la parte infantil de la adulta y, además, crea un ambiente fresco y lleno de personalidad.
A la izquierda, el pasillo de la zona de noche pintado en un tono rojo vibrante. A la derecha, detalle de la estructura metálica roja de la cocina. Foto: Mikhail Loskutov Estilismo: Natasha Onufreichuk
En la cocina se instaló una estructura metálica roja muy llamativa que combina con las notas de color rojo del recibidor, el salón y el dormitorio principal. Pará los acabados, se combinaron las superficies rugosas del cemento y la madera natural, con las lisas de los elementos pintados.