Una ubicación perfecta, espacios luminosos y con muchas opciones para lograr que se convirtiera en la vivienda ideal de su propietario. “Le gustó su aspecto señorial decimonónico y vio el gran potencial que tenía para ser actualizado, consiguiendo así un perfecto equilibrio entre contenido y continente, arquitectura y decoración”, asegura el anticuario e interiorista artífice de este proyecto, Fran Cassinello, de Mandalay. Y la compró, a pesar del importante trabajo de reforma que requería.
Esta es una vivienda (70 m2) del siglo XIX a la que su dueño sumergió en una interesante rehabilitación (que duró ocho meses) y en la que se apostó por la calidad de los materia - les, por el arte y el diseño, pero en la que no podía perderse de vista la premisa de respetar su esencia. “Se intentó maximizar los espacios, aportando un extra de alma”, asegura Fran, quien añade: “El propietario tenía muy claro el tipo de vivienda que quería y, con la información que nos proporcionó, pudimos hacer un proyecto completamente adaptado a sus necesidades y de un estilo muy personal, por lo que fue todo muy sencillo y fluido”.
Por lo que concierne a la integración y separación visual de ambiente, Fran asegura que “intentamos en todo momento hacer que las estancias (aunque cada una tuviera su propia personalidad) formaran parte de un todo único y coherente. Un buen ejemplo de ello es la cocina abierta al salón: estando ambos en el mismo ambiente, quisimos que convivieran en armonía, teniendo bien delimitado cada uno su espacio, pero a la vez muy bien coordinados entre sí”, asegura el anticuario e interiorista.
Con todo, Fran configuró un hogar detallista, personal, fresco y contemporáneo, diseñado con materiales naturales de alta calidad, y en el que se fusionan lo actual y los guiños de reminiscencias clásicas; un mix que viste el espacio y eleva la decoración en un piso en el que destaca la luminosidad y al que se ha dotado de ambientes muy abiertos en los que fluyen el movimiento y la comunicación.