Muchos extranjeros tienen una segunda residencia en Mallorca desde hace años, incluso en algunos casos desde hace un par de generaciones. Todo comenzó a partir del boom turístico de los años 70. A partir de entonces, se produjo un gran desarrollo hotelero y, paralelamente, se construyó una gran cantidad de segundas residencias a lo largo de toda la costa de la isla en las décadas siguientes. Estas construcciones variaron en términos de cómo se integraron con su entorno, y todo esto ocurrió en un contexto donde el crecimiento económico tenía prioridad sobre la conservación del territorio.
Esta situación dio lugar a la construcción de grandes casas que se alejaban de la arquitectura tradicional mallorquina, pero aun conservando algunos rasgos identitarios, desde ciertos materiales hasta proporciones específicas. Después de todo, estas casas seguían siendo construidas por empresas locales mallorquinas, las cuales las mezclaban con varios estilos según la nacionalidad del cliente final.
“Cuando llegamos a la casa de Cala Santanyí, encontramos un claro ejemplo de este tipo de arquitectura. No se trataba de una casa con un encanto arquitectónico especial, pero estaba ubicada en primera línea de mar, elevándose con unas vistas increíbles de los acantilados y pinares del sur de la isla”, confiesan desde Bloomint Design, estudio encargado del proyecto de interiorismo junto Proman Internacional. Y añaden: “El desafío fue impregnar la vivienda de historia, la de una familia que la habitaba de forma intermitente durante décadas, y acercar sutilmente la tradición mallorquina a su interior”.
El propietario, de origen alemán, quería disfrutar de la casa con su familia, a la vez que deseaba conectar más con la isla y sus habitantes. Durante la mayoría de los veranos de su infancia, se limitaba a disfrutar de la casa y luego regresaba a su ciudad natal. Sin embargo, ahora era el momento de comprender mejor el lugar y transmitirlo a las siguientes generaciones. La reforma de la casa se convirtió en una forma de conectar con la isla de manera diferente.
Foto: Enric Badrinas
La primera intervención tubo lugar en la fachada, donde se abrieron grandes ventanales para disfrutar de una vista más directa del mar. En esta línea, también se sustituyeron los balaustres por barandillas de hierro ligero.
El proyecto consistió en “una delicada cirugía” – tal como puntualizan desde Bloomint Design-, partiendo de la premisa de aprovechar al máximo los materiales existentes – que inspirarían la nueva paleta cromática - e integrando la tan buscada tradición mediterránea.
En el interior, se decidió conservar el suelo original de baldosas de barro hechas a mano en toda la planta baja, ya que la distribución de los muros se mantuvo y el pavimento no se vio afectado. En la plata superior se optó por un pavimento de mármol beige de gran formato.
Foto: Enric Badrinas
Abrir la cocina al comedor fue otro de los grandes cambios que Bloomint diseñó con el objetivo de favorecer a la sociabilización. Se decidió incorporar un mueble alto lateral donde se pudiera integrar la nevera y ofrecer espacio de almacenamiento con puertas de madera oscura, rodeado por una hornacina de obra que resaltara la esencia rústica del espacio y permitiera exhibir objetos decorativos. El resto de la cocina se diseñó con muebles bajos para dar mayor amplitud al espacio.
El mobiliario combina piezas antiguas con muebles de diseño contemporáneo, todos ellos ajustados a la estética mediterránea: materiales naturales, formas orgánicas y elementos rústicos. De este modo se ha logrado un equilibrio entre modernidad y tradición. También se ha complementado con artesanía de la isla y obras de arte de artistas locales y nacionales.