El enclave en el valle del Guadalentín (Murcia) es impresionante; las vistas son maravillosas y abiertas desde el promontorio a una altura que permite divisar todo el paisaje.
“Además, la construcción de los años cuarenta, tan sencilla y destinada a granja, nos encantó, ya que nos permitía un cambio de uso para diseñar un espacio amplio donde albergar la sede de nuestro estudio de arquitectura y arte fuera de Madrid –el de allí (en el barrio de Malasaña) se nos quedaba pequeño–”, cuentan Manuel Herrera y Francisca Muñoz, socios fundadores del Estudio Muher y propietarios de esta espectacular casa-estudio.
Rehabilitaron esta finca para instalar en ella su oficina en la región y edificaron las nuevas dependencias destinadas a vivienda como un pabellón anexo.
Según Francisca, llevaban media vida viajando, recorriendo el mundo y disfrutando de nuevas culturas y países. Así que, cuando decidieron establecerse aquí, lo tuvieron claro: nada de ciudades y, sobre todo, muchos espacios exteriores, con buen clima y luz mediterránea.
“Buscábamos un lugar que nos recordara a estancias donde tiempo atrás hubiéramos vivido, países donde el clima se adaptaba a nuestro carácter, por ello nos aproximamos al mediterráneo a tres horas y media de Madrid, donde poder trabajar con buena temperatura, espacio y tranquilidad”.
Y esta finca se lo daba todo. Así que se pusieron manos a la obra y empezaron la transformación. “La mayor dificultad residía en el acceso en lo alto del promontorio, ya que hubo que escalonar el terreno (había desniveles de 23 m de altura); sin embargo, también tuvimos un reto estimulador: diseñar una arquitectura que envejeciera mimetizada con el paisaje, camuflada en él”, asegura Manuel.
Como artistas multidisciplinares que somos, caracterizamos con un lenguaje globalizador de estética contemporánea tanto al arte como a la arquitectura o al diseño
- Francisca Muñoz y Manuel Herrera
Puertas y ventanas de marco mínimo. Es una buena solución para disfrutar del paisaje desde cualquier ángulo de una vivienda, casi sin cortapisas
Y añade: “Hemos abierto la casa al paisaje tanto por fachada como a nivel de iluminación cenital a través de grandes lucernarios que permiten tener árboles dentro del estudio y palmeras en el salón, de modo que es como estar en la propia naturaleza. Por otro lado, hemos trabajado mucho el paisajismo. Nosotros lo entendemos como parte de nuestra profesión; es como pintar y crear un espacio, cada ángulo es un cuadro que se disfruta desde cada hueco de fachada que se abre, un paisaje cambiante al que hay que saber incorporar la vivienda con destreza”. Dicho y hecho.