Diseño y arte han sido, durante siglos, dos disciplinas estancas, y aunque las fronteras entre ambas tengan cada vez menos sentido en nuestro mundo interconectado, todavía son pocos los creadores que se atreven a trabajar circulando de una a otra (ahora, haberlos haylos).
Natahlie Du Pasquier, una leyenda viva
Una de las pocas mujeres en el mítico grupo Memphis, del que –como Barbara Radice– fue fundadora. Nathalie du Pasquier (Burdeos, Francia; 1957) insiste en definirse como “una pintora que ha trabajado también como diseñadora”. Y, con sus palabras, marca una frontera que ella misma razona de seguido: “Hay una distinción entre arte y diseño, ya que un diseñador trabaja generalmente para una industria, amoldándose a ella, mientras que el artista se produce a sí mismo, siendo responsable del resultado de su trabajo hasta el último momento. Hoy en día hay diseñadores que trabajan como artistas porque muchos productos industriales se presentan como ‘artísticos’ siguiendo estrategias de márketing, y también porque a algunos diseñadores no les gusta que les digan lo que tienen que hacer. Y, al mismo tiempo, a muchos artistas les atrae la idea de que sus creaciones se apliquen a piezas que lleguen a un público mayor”.
Termina con un veredicto sumarísimo, tan sincero como certero: “Hay cosas que me gustan y me disgustan en ambos campos. Y, la verdad, no me importa mucho cómo defina la gente estas actividades”.
DRIFT, creer siempre en lo imposible
Cruzamos el canal de la Mancha para hablar de DRIFT. Fundado en 2006 por Ralph Nauta (Swindon, Reino Unido; 1978) y Lonneke Gordijn (Alkmaar, Países Bajos; 1980), licenciados ambos por la prestigiosa Academia de Diseño de Eindhoven (donde se conocieron), la filosofía creativa de DRIFT se basa en la apertura de diálogos entre opuestos: naturaleza y tecnología, investigación e intuición, poesía y filosofía, etc. “Esperamos que nuestro trabajo –dicen– subraye la cualidad metafísica de las emociones humanas, contribuya a equilibrar las contradicciones de nuestra vida cotidiana y haga hincapié en los valores intangibles, espirituales y emocionales, que hay detrás de él y de nosotros”.
Foto: Door Gert Jan Van Rooij
Y, la verdad, es que sus proyectos –que van de instalaciones a exclusivas piezas de mobiliario e iluminación, pasando por esculturas, películas y hasta escenografías operísticas– son ciertamente complejos y siempre sorprendentes.
Foto: Arjen Van Eijk
“Mucha gente piensa todavía en nosotros como diseñadores, sobre todo de iluminación, pero de eso hace ya 10 años y hemos pasado página. Hoy queremos participar en el debate global sobre los retos a los que se enfrenta el planeta sin plegarnos a disciplinas para ofrecer nuestras propias perspectivas”.
Todos los proyectos de DRIFT tienen en común ofrecer experiencias fascinantes en las que uno acaba por sentirse inmerso y concernido.
FormaFantasma, modernos alquimistas
Compañeros en el florentino lstituto di Design ISIA, Andrea Trimarchi (Bolzano, Italia; 1983) y Simone Farresin (Malo, Italia; 1980) crearon FormaFantasma en 2009, antes de graduarse en la Academia de Diseño de Eindhoven. Desde sus inicios llevan a cabo una revolución personal en la manera de concebir el diseño, poniendo el foco en el material en lugar de en el objeto y en los procesos en lugar de en las formas. Y, así, no es extraño que se les haya descrito como “modernos alquimistas”.
“Entendemos el diseño – apuntan– como una disciplina destinada a cuestionar lo establecido e imaginar cambios socioculturales e incluso políticos. A pesar de ello, nuestros proyectos parten siempre de nuestras propias fascinaciones personales. Y la traducción de estas intuiciones creativas supone la transformación de ideas íntimas en conceptos más compartibles”.
Diseño, sí, pero en un pensamiento muy distinto al habitual: “En el fondo, trabajamos casi como filtros, y nuestros proyectos son el resultado de un proceso de destilación. Siempre sabemos dónde empezamos, pero nunca dónde vamos a acabar”.
Guillermo Santomà, pensar y ejecutar
Al preguntarle a Guillermo Santomà (Barcelona, 1984), arquitecto y máster en diseño, cómo se define creativamente, responde sin dudar un segundo que se considera un constructor: “alguien que construye sin importarle las escalas ni los formatos. Diseñar implica pensar más que producir, y yo aúno el pensamiento con la ejecución”. Así es fácil entender su concepción del diseño como “una herramienta para lograr a hacer algo”. Arte, incluso, porque “es posible llegar a una forma artística con cualquier herramienta”.
Pero vayamos un poco más allá, indagando sobre la relación de ambas disciplinas. “Una y otra se han cruzado mucho, no sólo en los siglos XX y XXI, sino desde sus orígenes. Una mano que pinta un caballo en la pared de una caverna, ¿es diseño, arte, performance, qué? Históricamente se las ha distinguido por motivos políticos y económicos, pero se trata de algo ya muy superado”, afirma. E, inspirado, continúa: “Es algo tan obvio que hoy está todo cruzado que creo que esa pregunta debería hacérseles a quienes se empeñan aún en marcar fronteras… ¿Por qué seguís metiéndolo todo en cajitas tan pequeñas?”. Y termina impecablemente: “Tanto el diseño como el arte determinan la manera en que vivimos, y eso es lo que me importa a mí, y no las etiquetas”.
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